sábado, 8 de diciembre de 2018

El Camión


Por Luis Angel Nuñez Guerra


Los rayos del sol entraron por la ventana quemando ligeramente su rostro, apretó los ojos , hizo unos gestos de negación, quería seguir durmiendo, no estaba preparado para levantarse de la cama, su boca se abrió como si fuera a emanar el rugido de un león solo que lo que escapó de sus entrañas no fue un sonido gutural sino un bostezo. Estiró sus brazos, escuchó como tronaron sus huesos con el movimiento, los alzó tanto que se imaginó tocar el techo. Se sentó ala orilla de la cama, puso los pies en el suelo, sintió como la frialdad del piso penetraba por las palmas de los pies, se limpió las lagañas de los ojos, hizo sus necesidades fisiológicas, a continuación procedió a ducharse, abrió la llave caliente dejando que el cuarto de baño se llenara de vapor, su visión se tornó borrosa por la densa neblina que se creó, en ese momento abrió la llave del agua caliente para equilibrar la temperatura, su piel tuvo contacto con el agua provocándole una sensación de bienestar.
De los orificios de la regadera salían pequeños chorros de agua que se impactaban en su cuerpo desnudo, pequeños misiles líquidos que se estrellaban en su espalda. Terminó de bañarse, secó su cuerpo, se vistió con unos jeans azules un poco desgastados, se puso la playera color rojo que tenía impresa una lechuza en color amarillo, era la mascota de su facultad, se puso sus tenis converse negros, la orilla de la suela estaba completamente gris por el uso que les daba. Cepilló sus dientes,  peinó su cabello de lado, bajó las escaleras sentía como se flexionaba sus rodillas con cada escalón que pisaba, ya en la planta baja caminó hacia la mesa del comedor, era de madera rústica y fuerte, sobre de ella tenía una canasta llena de frutas, tenía manzanas, mangos, melón, naranjas, plátanos y peras. Eligió el plátano que tenía puntitos negros como si fueran lunares, estaba madurando, peló la cascara dejando al descubierto la fruta blanca, le dio una mordida, triturando los pequeños trozos del plátano una explosión de jubilo lo invadió cuando sus papilas gustativas entraron en contacto con los azucares de la fruta. En lo que mascaba el plátano volteó hacia la derecha, en la pared estaba incrustado un reloj antiguo tallado en madera rojiza, los números eran romanos en él estaban las manecillas que indican la hora, los minutos y los segundos, arriba del circulo tenía un agujero del cual cada hora en punto salía un pajarillo que decía cu-cu cu-cu , el reloj marcaba las 10 en punto de la mañana, agarró su mochila y salió de la casa rumbo a tomar el camión que lo llevaría a la facultad.

Para llegar a la avenida donde pasaba el  camión tenía que caminar una linea en vertical de 400 metros, empezó a caminar cuesta arriba, era un tramo difícil de subir, las banquetas tenían macetas con plantas y arboles por lo que prefirió andar por la orilla de la calle, giró su cabeza al cielo y sobre un poste de luz vio a una paloma anidando, le salió una sonrisa de la boca, seguía su camino ascendente, por la cien de su rostro resbalaba un pequeño rió de sudor que emanaba de su cuerpo por el esfuerzo, viró su cabeza hacia el frente, su mirada se concentró en el espacio de vista de la avenida donde pasaba el camión que su mirada ocular podía percibir, vio que pasó una camioneta color morado y le entró la duda de si en lo que el estaba subiendo la calle no fuera a pasar el camión, eso le provocaba ansiedad por que una vez que el camión pasaba podría tardar más de 30 minutos en volver a pasar y él era un excéntrico de la puntualidad, no le gustaba llegar tarde a ningún lado, si lo citaban en cierto lugar él era probable que llegara mucho tiempo antes de la hora acordada, sus pies seguían andando, delante de él pasaron volando unas mariposas monarcas que con sus aleteos hipnóticos robaron su mirada, cuando la volvió a poner en la avenida vio estacionarse el camión color naranja para levantar el pasaje, el por más que corriera aun le faltaban 50 metros para llegar por lo que ni si quiera hizo el esfuerzo y solo le quedó de otra mas que maldecir “puta mierda”, el día de mañana saldría 5 minutos antes de lo que hoy salió de su casa para poder llegar a tiempo a su camión.

Al día siguiente los rayos del sol impactaron como la luz de un faro en las cuencas de sus ojos cerrados haciéndolo despertar, sintió el fresco del concreto penetrar por la palma de su mano cuando se apoyó en la pared para levantarse de la cama, se alistó para ir a la facultad, ya que estuvo listo camino hacia las escaleras para descender a la planta baja, vio la mesa del comedor, era de vidrio de 3 cm de grosor resistente a los impactos, sobre la mesa estaba una canasta llena de frutas, tenía manzanas, mangos, melón, naranjas, plátanos y peras. Eligió la manzana color rojo, le hincó el diente, dulce manjar, la manzana estaba deliciosa de la gran mordida que le dio salió el jugo de la fruta que le resbaló por el labio, se lo limpió con el antebrazo, trituró los pedazos de la manzana con sus molares, giró su cabeza vio el reloj cu-cu colgado en la pared marcaba las 9:55 de la mañana , agarró su mochila y emprendió la ruta hacia el camión.

Caminó la linea perpendicular que lo llevaría a la avenida donde pasaba su camión, podía sentir el peso de la mochila sobre su espalda, las axilas le empezaron a sudar, por su frente bajó una gota de sudor, miró al cielo y vio un pájaro carpintero taladrando con el pico un poste de luz, continuó con el paso ascendente, unas libélulas le robaron su atención al pasar volando delante de él, cuando volvió en si, concentró su mirada hacia el frente viendo a lo lejos que el camión naranja estaba recogiendo el pasaje, la mayor pesadilla de su trayecto había sucedido, el camión se le había pasado… “me lleva la mierda” fueron las palabras que alcanzó a decir, se tranquilizó después de un tiempo y se dijo a si mismo que el día de mañana saldría 5 minutos antes de lo que hoy salió de su casa para poder llegar a tiempo a tomar el camión.

Pasaron los días, los rayos del sol entraron por su ventana volando como un ave rapaz fijando el objetivo de la presa en sus ojos, se despertó, acostado en la cama hizo fuerza en la pantorrilla para estirarla, levantó sus brazos al cielo intentando tocarlo, una vez que escuchó que le tronaron los huesos de los brazos, se levantó de la cama, directo al cuarto de baño, hizo sus necesidades fisiológicas, se desnudó y prosiguió a bañarse, las millones de gotas kamikaze que salían de la regadera fueron y se estrellaron en su cuerpo, terminó de bañarse, se alistó para bajar a desayunar algo antes de emprender el camino al camión. Sentado en la mesa del comedor enfrente de él estaba una canasta llena de frutas, tenía manzanas, mangos, melón, naranjas, plátanos y peras. Eligió la naranja, le peló la cascara quedando una bola con pequeñas hebras blancas que le colgaban, separó la naranja en gajos y se metió uno a la boca, le dio una mordida reventando el gajo, saltando el jugo de la naranja en las paredes de la boca, estaba amarga, después de masticarla escupió las semillas que se encontraban dentro del gajo. Giró su cabeza hacia el reloj cu-cu que estaba colgado en la pared, marcaba las 9:30 de la mañana, se levantó de la silla, se colgó la mochila en la espalda y salió de la casa rumbo al camión.

Emprendió la cuesta arriba a la avenida en su búsqueda de estar en la parada antes que pasara el camión, pero lo que él no sabía es que su empresa de nueva cuenta se vería frustrada, si bien existía en el espacio y tiempo, la realidad era muy diferente a como él lo creía, con cada paso que daba lo que estaba detrás de el dejaba de existir, el cuarto de baño, el comedor, la calle existían por que el ahí yacía, cuando estaba en la planta baja desayunando la fruta en la planta de arriba la cama desaparecía. La paloma anidando, el pájaro carpintero, las mariposas, las libélulas, lo que comió, nada era real, todo era una simulación del mundo real, una secuencia de números programados para que su realidad fuera tal cual como la pensó su creador, él mismo estaba fabricado de ceros y unos, cada paso que dio fue un comando programado previamente, vivía en un bucle, su existencia era que el camión siempre se le pasaría, cuando se convencía que al día siguiente saldría mas temprano de su casa a tomar el camión era cuando el programa se reiniciaba, las únicas veces que existió fue cuando su creador Luis Carlos Nuñez Guerra lo concibió a su imagen y semejanza, durante meses trabajó en él, le dedico largas noches para crear su mundo, era su proyecto final para la clase de programación de la facultad de físico matemático en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

- ¿Era necesario que el personaje dijera groserías? Le preguntó el Profesor de la clase de Programación.

- Claro profesor.- respondió Luis Carlos con una sonrisa dibujada en su rostro.

-Quería que se apegara a la realidad lo máximo posible, en este mundo no existe nada mas molesto que se le pase a uno el camión.


FIN

No hay comentarios.:

Publicar un comentario