jueves, 15 de noviembre de 2018

Querido


Por A. Rivas

Su batería estaba llena. Se puso de pie en aquella interminable oscuridad. Le era imposible sentir el hambre pero aun así estaba obligado a salir a cazar. Sus pies metálicos resonaron contra el suelo. Encendió la lámpara que tenía en su pecho y la luz desgarró la oscuridad. Tomó su rifle de plasma, comprobó todos sus gadgets y sincronizó sus sistemas para luego abrir la oxidada escotilla.

Una torrencial lluvia ácida castigaba sin piedad. Darling observó el cielo y se imaginó la sensación de las gotas tocando su cuerpo de metal. Solo eso podía, imaginar. El deseo de poder sentir algo “real” lo acosaba cada noche mientras su batería se recargaba, como una comezón imposible de rascar.

Darling se encontraba a lado de una carretera, escondido en un viejo remolque. A unos cuantos metros, un bosque agonizante se mantenía desafiando a aquella lluvia. Sus sistemas le indicaban que se encontraban a 7° centígrados.

Darling avanzó en el fango y se internó en el bosque. Sus radares de radioactividad indicaban que el lugar pronto dejaría de ser habitable. Revisó su escáner térmico pero no mostraba algún cambio. Siguió avanzando, manteniendo cada uno de sus escáneres alerta. Sostenía con firmeza su rifle de plasma en caso de que algún puma mutante merodeará cerca. No había visto uno en semanas, tal vez había llegado el momento en el que por fin estaban extinguiéndose ya que su principal alimento eran los humanos.

Humanos. Esa palabra quedó en el aire. Darling palpó su pecho metálico y comprobó que el viejo guardapelo siguiera ahí. Sabía lo opinión que todos tenían sobre los humanos, pero Darling no creía que todo fuese cierto. Las cosas habían cambiado por culpa de ellos, eso era cierto, sin embargo, Darling no creía que todos los humanos fueran iguales. Solo había conocido a un humano, a su antigua dueña y, por lo menos ella, no era como todos los demás decían que los humanos solían ser. Las consecuencias por ayudar o simpatizar con un humano eran simples: la desconexión automática. Darling mantenía sus pensamientos para sí mismo para evitar algún problema, ya que le había hecho una promesa a su antigua dueña y hasta el momento, no la había roto.

Sus escáneres se pusieron frenéticos. Darling puso su rodilla metálica en el suelo y apuntó con su rifle de plasma. Una irregularidad en el suelo 9 metros frente a él había perturbado sus escáneres. Detectó una débil señal de calor. Darling avanzó con cuidado. Conectó el rifle de plasma a su batería principal para añadirle más poder letal. Siguió avanzando, las gotas caían en sus partes con sonoros ruidos metálicos. Cuando estuvo lo suficiente cerca descubrió por qué tanto alboroto. Un cadáver humano estaba tirado boca abajo. Se encontraba en avanzado estado de putrefacción y algunos huesos estaban a la vista.

Darling lo contempló. Sus sistemas se contradecían unos a otros fuera de control, a lo cual lo relacionaba eso a una emoción, ¿tristeza tal vez? Eso era algo que a Darling le gustaba hacer, fingir tener emociones.

Se acercó al cadáver y tomó su mano. Trató de imaginar cómo sería en vida, su verdadero color y la calidez que algún día tuvo. Su banco de memorias seleccionó el momento cuando dio sepultura a su antigua dueña. Había sostenido su mano de igual forma en la que sostenía la de aquel desconocido.

Darling soltó la mano del cadáver y acechó el panorama. Había detectado una señal de calor, sin embargo, ahí no había nada vivo. Tal vez sus sistemas habían fallado como aquella vez…
De pronto, una rata grisácea salió por el pecho del cadáver. Darling la miró extrañado. La vida sin mutaciones era algo totalmente inusual en esos días. Midió los niveles de radiación que emitía y para su suerte, la rata era comestible. La tomó con su mano metálica, contempló la vida que sus ojos negros emitían y sintió algo parecido a envidia. Con un ligero apretón, acabó con la vida de la rata. Sus sistemas se estremecieron, no le agradaba matar.
Sus sistemas explotaron. Con una increíble rapidez tomó su rifle y se dio la vuelta. Una pequeña figura lo observaba desde un tronco caído. Darling detectó su huella de calor. Era humano.
Unos ojos se asomaban asustados. Darling guardó silencio, mientras trataba de pensar cuál sería su próximo movimiento. La figura salió de su escondite y dio unos cuantos pasos. Era una niña. Darling no podía creer lo que veía. Los humanos habían dejado de reproducirse hace décadas y no se veía uno con vida desde hace unos años, lo que él estaba presenciando era un verdadero milagro

   -Alto- dijo la voz robótica de Darling.

La niña se detuvo asustada cuando escuchó hablar a Darling. Vestía unos harapos llenos de lodo. Sus ojos se hundían en sus cuencas y partes de su cabello habían empezado a caerse, dejando unas desagradables calvas esparcidas como cráteres. La niña observaba la rata.

   -Lo siento, no puedo dártela.

La niña no viviría mucho, Darling lo supo de inmediato. La desnutrición había hecho estragos en su cuerpo. La pequeña no despegaba los ojos de la rata. Avanzo unos cuantos pasos más. Darling levantó su fusil pero titubeó. “Más que un humano” relucía en una placa de su antebrazo, palabras que fueron escritas por su antigua dueña. Darling bajo el rifle y dejo que la niña se acercara. La pequeña siguió su camino titubeante y, cuando estuvo lo suficiente cerca, tomó la rata y dio un salto hacia atrás asustada.

   -¿Cuál es tu nombre?

La niña no respondió. Miraba asustada a Darling.

    -Descuida, no te hare daño.

Darling se acercó a la niña. La pequeña esta vez no retrocedió. Darling pudo tocar su escaso cabello y una de sus mejillas. Imaginó cómo pudo haber lucido en tiempos más prósperos. Pero lo que en verdad lo fascinó fueron los ojos de la niña. La vida que estos transmitían era algo por lo cual Darling soportaba que aquella lluvia corrosiva dañara sus partes metálicas. Eran algo que él no lograba entender, pero esa misma ignorancia lo mantenía intrigado. Esperaba ansioso el día en que pudiera encontrar las respuestas a todo.

   -Son realmente fascinantes- murmuró el androide mientras acariciaba a la niña.

Algo que Darling no podía detectar era a los de su misma especie. Sus cuerpos no transmitían ningún vector que se pudiera detectar con radares, salvo el movimiento, pero si se movían con cuidado podían evadir los escáneres.
Una ráfaga de disparos cayó sin piedad sobre Darling y la niña. El caos se vio desatado como un toro salvaje. Darling protegió con su cuerpo a la niña, mientras las balas rebotaban en su cuerpo. Cuando el fuego cesó ambos quedaron inmóviles en el fango.

   -Objetivo eliminado- dijo una voz robótica.

Darling permaneció en el suelo. Sus escamares notaron como la vida de la niña se apagaba. Detectó a tres potenciales enemigos acercándose, los tres armados.

   -Un humano muerto y un desertor, ambos derribados- dijo una de las voces.

Unos brazos levantaron a Darling y lo sentaron en el fango. Sus sistemas poco a poco se volvían a sincronizar.

   -¿Número de serie?- preguntó el robot que tenía frente a él.
   -Mi nombre es Darling.
   -No digas tonterías- respondió. Acto seguido tomó su arma y disparó en una de las piernas de Darling, destrozándola por completo.

Los sistemas de Darling estaban caóticos. Vio su propia pierna con cierta curiosidad. Un robot amarillo le obligó a agachar la cabeza, dejando al descubierto su nuca donde solía estar el número de serie.

   -El número de serie fue borrado- dijo el robot amarillo.
   -Vaya, no se encuentran muchos como tú últimamente.
   -¿Quién es tu dueño?- preguntó el tercer robot apuntándole directo a la cabeza.
   -Mi nombre es Darling- se limitó a responder.
   -Di lo que quieras, pero te advierto que haré un agujero en tu cabeza y echaré un vistazo adentro para obtener la información que necesitamos.

Uno de los robots se acercó al cadáver de la niña.

   -Este es la última cría humana de la cual se tiene registro.

“Estas equivocado” pensó Darling.

   -Se detectaron dos huellas de calor por el suroeste. Estamos 99% seguros que son pumas pero aun así debemos registrar. Lleven al desertor al centro de extracción y después haremos una ronda para revisar la zona.

Uno de los robots tomó el pie restante de Darling y lo arrastraron por el suelo lodoso. Por una milésima de segundo, Darling pudo ver el cuerpo de la niña. Sus ojos habían dejado de ver, su boca tenía una eterna mueca torcida, símbolo de todo el terror que vivió en el último momento de su vida. Un desagradable agujero en su frente le devolvía la mirada a Darling. Era como mirar a un abismo. Una oscuridad eterna que no podía ser desgarrada ni con la lámpara más potente.
Con solo pensarlo Darling apagó sus receptores visuales. Tomó su última granada de luz que escondía debajo de la placa de su pecho y la detonó. Un flash cegador irrumpió en el bosque.

   -¡Nos atacan!- gritó uno de los robots.

Darling encendió sus receptores visuales. Los tres robots cubrían sus rostros, caminando a ciegas. Darling actuó rápido ya que contaba con escasos segundos antes de que los robots recuperaran la vista. Se arrastró a toda velocidad en el suelo y logró alcanzar su rifle de plasma. Con rapidez apuntó directo a la cabeza del robot más cercano y la hizo explotar. Su cuerpo metálico cayó al fango.

   -¡Es un robot de seguridad!- gritó uno de los robots.

Ambos robots devolvieron el fuego. Darling se arrastró por el suelo como una araña, esquivando todos los disparos. Cuando tuvo la oportunidad disparó y logró darle a uno de los robots en un brazo, haciéndoselo explotar pero sin lograr derribarlo. El fusil de plasma de Darling se estaba sobrecalentado, si seguía disparando pronto explotaría con una potencia letal. Darling siguió rodando y se escondió detrás de un tronco muerto, protegiéndose de los disparos.

   -¡Sal de ahí!- gritó un robot.

Darling usó un truco que su antigua dueña le había mostrado. Tomó una capsula del plasma sobrecalentado y la incrustó en un cuchillo que llevaba consigo. Detecto al robot más cercano y se levantó en medio de la lluvia de balas. Con una fuerza sobrenatural lanzó el cuchillo y logró incrustarlo en medio de su pecho haciéndolo retroceder desconcertado. Darling tomó su rifle y disparó con cuidado una débil ráfaga al cuchillo, impactando directamente al plasma sobrecalentado. Con gran estruendo, el plasma sobrecalentado provocó una explosión, destrozando al robot y haciendo volar por los aires a su compañero que estaba a un metro cerca. Una lluvia de metal y tierra caía desde el cielo.
La tranquilidad de ultratumba volvió al bosque. Los escáneres de Darling no detectaron movimiento, Darling se arrastró con cautela. Logró ver al robot restante tirado a unos metros.  Su cuerpo se retorcía debido a los múltiples fallos que sus sistemas sufrían. Darling se acercó a su cuerpo.

   -Tomare esto prestado- dijo Darling.

Con facilidad tremenda, Darling arrancó una de las piernas del robot agonizante.

   -N…. nu…- balbuceó el robot.

Darling miró al robot. Sus receptores visuales se encendían y apagaban frenéticos en un esfuerzo por verlo.

   -Nu... nunca serás como ellos…- dijo finalmente.

Darling guardó silencio, las palabras se quedaron en el aire y casi las vio evaporarse. Con su mano tomó la cabeza del robot y la arrancó de un tajo.
De vuelta a la guarida
Darling llegó arrastrándose hasta su guarida. Llevaba su rata y su pierna nueva consigo. Cuando lograra soldar su pierna regresaría por el cadáver de la niña y la sepultaría. Pero por el momento tenía tareas más importantes que hacer.
Encendió una vieja lámpara y una luz amarilla iluminó el interior de su guarida. Conectó su batería y empezó a recargarla. Con un encendedor prendió fuego en su vieja fogata y colocó la rata en una varilla.

“Nunca serás como ellos”. Las palabras del robot habían llegado arrastrándose junto con Darling. Estaban dentro de su cabeza y rebotaban de un lado a otro sin parar. Si nunca sería como ellos, ¿Cuál era el propósito de seguir? Darling anhelaba el poder sentir cualquier cosa, por más primitiva que fuera. Todas las noches cuando se recargaba, sus sistemas reproducían simulaciones en las cuales Darling tenía vida. Una mera ilusión, sin embargo, muy real en algunas ocasiones.

“Más que un humano”. Las palabras de su antigua dueña le llegaron por sorpresa. Tal vez su destino no era ser algo equivalente a un humano porque ese sería un callejón sin salida. “¿Ser mejor que un humano?” se cuestionó Darling. Su base de datos no le daba una respuesta clara a eso. Con el tiempo trataría de averiguarlo y saber cómo lograr su destino.

Un pequeño bulto de cobijas se sacudió. Darling dejó la rata en el fuego y tomó el revoltijo de telas. Una pequeña cara rosada se asomó curiosa. Un bebé humano no registrado estaba en poder de Darling. Lo había estado cuidando por tres años. El pequeño había aprendido a caminar y crecía sin problemas. Un humano totalmente sano. Darling tomó la rata cocinada y se dispuso a alimentar al 
pequeño.

Las palabras “Más que un humano” brillaron con la luz del fuego. Darling trató de pensar en esas palabras, pero sus nuevas tareas ocupaban parte de su capacidad de contener información.  

Pronto tendrían que huir de nuevo, el invierno nuclear cada vez estaba más cerca. Darling y el último humano se refugiaban bajo la inminente lluvia radioactiva.



A. Rivas

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