Por A. Rivas
Su batería estaba llena. Se puso de pie en aquella interminable
oscuridad. Le era imposible sentir el hambre pero aun así estaba obligado a
salir a cazar. Sus pies metálicos resonaron contra el suelo. Encendió la
lámpara que tenía en su pecho y la luz desgarró la oscuridad. Tomó su rifle de
plasma, comprobó todos sus gadgets y sincronizó sus sistemas para luego abrir
la oxidada escotilla.
Una torrencial lluvia ácida castigaba sin piedad. Darling observó
el cielo y se imaginó la sensación de las gotas tocando su cuerpo de metal.
Solo eso podía, imaginar. El deseo de poder sentir algo “real” lo acosaba cada
noche mientras su batería se recargaba, como una comezón imposible de rascar.
Su batería estaba llena. Se puso de pie en aquella interminable
oscuridad. Le era imposible sentir el hambre pero aun así estaba obligado a
salir a cazar. Sus pies metálicos resonaron contra el suelo. Encendió la
lámpara que tenía en su pecho y la luz desgarró la oscuridad. Tomó su rifle de
plasma, comprobó todos sus gadgets y sincronizó sus sistemas para luego abrir
la oxidada escotilla.
Una torrencial lluvia ácida castigaba sin piedad. Darling observó
el cielo y se imaginó la sensación de las gotas tocando su cuerpo de metal.
Solo eso podía, imaginar. El deseo de poder sentir algo “real” lo acosaba cada
noche mientras su batería se recargaba, como una comezón imposible de rascar.
Darling se encontraba a lado de una carretera, escondido en un
viejo remolque. A unos cuantos metros, un bosque agonizante se mantenía
desafiando a aquella lluvia. Sus sistemas le indicaban que se encontraban a 7°
centígrados.
Darling avanzó en el fango y se internó en el bosque. Sus radares
de radioactividad indicaban que el lugar pronto dejaría de ser habitable.
Revisó su escáner térmico pero no mostraba algún cambio. Siguió avanzando,
manteniendo cada uno de sus escáneres alerta. Sostenía con firmeza su rifle de
plasma en caso de que algún puma mutante merodeará cerca. No había visto uno en
semanas, tal vez había llegado el momento en el que por fin estaban
extinguiéndose ya que su principal alimento eran los humanos.
Humanos. Esa palabra quedó en el aire. Darling palpó su pecho
metálico y comprobó que el viejo guardapelo siguiera ahí. Sabía lo opinión que
todos tenían sobre los humanos, pero Darling no creía que todo fuese cierto.
Las cosas habían cambiado por culpa de ellos, eso era cierto, sin embargo,
Darling no creía que todos los humanos fueran iguales. Solo había conocido a un
humano, a su antigua dueña y, por lo menos ella, no era como todos los demás
decían que los humanos solían ser. Las consecuencias por ayudar o simpatizar
con un humano eran simples: la desconexión automática. Darling mantenía sus
pensamientos para sí mismo para evitar algún problema, ya que le había hecho
una promesa a su antigua dueña y hasta el momento, no la había roto.
Sus escáneres se pusieron frenéticos. Darling puso su rodilla
metálica en el suelo y apuntó con su rifle de plasma. Una irregularidad en el
suelo 9 metros frente a él había perturbado sus escáneres. Detectó una débil
señal de calor. Darling avanzó con cuidado. Conectó el rifle de plasma a su
batería principal para añadirle más poder letal. Siguió avanzando, las gotas
caían en sus partes con sonoros ruidos metálicos. Cuando estuvo lo suficiente
cerca descubrió por qué tanto alboroto. Un cadáver humano estaba tirado boca
abajo. Se encontraba en avanzado estado de putrefacción y algunos huesos
estaban a la vista.
Darling lo contempló. Sus sistemas se contradecían unos a otros
fuera de control, a lo cual lo relacionaba eso a una emoción, ¿tristeza tal
vez? Eso era algo que a Darling le gustaba hacer, fingir tener emociones.
Se acercó al cadáver y tomó su mano. Trató de imaginar cómo sería
en vida, su verdadero color y la calidez que algún día tuvo. Su banco de
memorias seleccionó el momento cuando dio sepultura a su antigua dueña. Había
sostenido su mano de igual forma en la que sostenía la de aquel desconocido.
Darling soltó la mano del cadáver y acechó el panorama. Había
detectado una señal de calor, sin embargo, ahí no había nada vivo. Tal vez sus
sistemas habían fallado como aquella vez…
De pronto, una rata grisácea salió por el pecho del cadáver.
Darling la miró extrañado. La vida sin mutaciones era algo totalmente inusual
en esos días. Midió los niveles de radiación que emitía y para su suerte, la
rata era comestible. La tomó con su mano metálica, contempló la vida que sus
ojos negros emitían y sintió algo parecido a envidia. Con un ligero apretón,
acabó con la vida de la rata. Sus sistemas se estremecieron, no le agradaba
matar.
Sus sistemas explotaron. Con una increíble rapidez tomó su rifle y
se dio la vuelta. Una pequeña figura lo observaba desde un tronco caído.
Darling detectó su huella de calor. Era humano.
Unos ojos se asomaban asustados. Darling guardó silencio, mientras
trataba de pensar cuál sería su próximo movimiento. La figura salió de su
escondite y dio unos cuantos pasos. Era una niña. Darling no podía creer lo que
veía. Los humanos habían dejado de reproducirse hace décadas y no se veía uno
con vida desde hace unos años, lo que él estaba presenciando era un verdadero
milagro
-Alto- dijo la voz robótica de Darling.
La niña se detuvo asustada cuando escuchó hablar a Darling. Vestía
unos harapos llenos de lodo. Sus ojos se hundían en sus cuencas y partes de su
cabello habían empezado a caerse, dejando unas desagradables calvas esparcidas
como cráteres. La niña observaba la rata.
-Lo siento, no puedo dártela.
La niña no viviría mucho, Darling lo supo de inmediato. La
desnutrición había hecho estragos en su cuerpo. La pequeña no despegaba los
ojos de la rata. Avanzo unos cuantos pasos más. Darling levantó su fusil pero
titubeó. “Más que un humano” relucía en una placa de su antebrazo, palabras que
fueron escritas por su antigua dueña. Darling bajo el rifle y dejo que la niña
se acercara. La pequeña siguió su camino titubeante y, cuando estuvo lo
suficiente cerca, tomó la rata y dio un salto hacia atrás asustada.
-¿Cuál es tu nombre?
La niña no respondió. Miraba asustada a Darling.
-Descuida, no te hare daño.
Darling se acercó a la niña. La pequeña esta vez no retrocedió.
Darling pudo tocar su escaso cabello y una de sus mejillas. Imaginó cómo pudo haber
lucido en tiempos más prósperos. Pero lo que en verdad lo fascinó fueron los
ojos de la niña. La vida que estos transmitían era algo por lo cual Darling
soportaba que aquella lluvia corrosiva dañara sus partes metálicas. Eran algo
que él no lograba entender, pero esa misma ignorancia lo mantenía intrigado.
Esperaba ansioso el día en que pudiera encontrar las respuestas a todo.
-Son realmente fascinantes- murmuró el androide
mientras acariciaba a la niña.
Algo que Darling no podía detectar era a los de su misma especie.
Sus cuerpos no transmitían ningún vector que se pudiera detectar con radares,
salvo el movimiento, pero si se movían con cuidado podían evadir los escáneres.
Una ráfaga de disparos cayó sin piedad sobre Darling y la niña. El
caos se vio desatado como un toro salvaje. Darling protegió con su cuerpo a la
niña, mientras las balas rebotaban en su cuerpo. Cuando el fuego cesó ambos
quedaron inmóviles en el fango.
-Objetivo eliminado- dijo una voz robótica.
Darling permaneció en el suelo. Sus escamares notaron como la vida
de la niña se apagaba. Detectó a tres potenciales enemigos acercándose, los
tres armados.
-Un humano muerto y un desertor, ambos derribados-
dijo una de las voces.
Unos brazos levantaron a Darling y lo sentaron en el fango. Sus
sistemas poco a poco se volvían a sincronizar.
-¿Número de serie?- preguntó el robot que tenía
frente a él.
-Mi nombre es Darling.
-No digas tonterías- respondió. Acto seguido tomó su
arma y disparó en una de las piernas de Darling, destrozándola por completo.
Los sistemas de Darling estaban caóticos. Vio su propia pierna con
cierta curiosidad. Un robot amarillo le obligó a agachar la cabeza, dejando al
descubierto su nuca donde solía estar el número de serie.
-El número de serie fue borrado- dijo el robot
amarillo.
-Vaya, no se encuentran muchos como tú últimamente.
-¿Quién es tu dueño?- preguntó el tercer robot
apuntándole directo a la cabeza.
-Mi nombre es Darling- se limitó a responder.
-Di lo que quieras, pero te advierto que haré un
agujero en tu cabeza y echaré un vistazo adentro para obtener la información
que necesitamos.
Uno de los robots se acercó al cadáver de la niña.
-Este es la última cría humana de la cual se tiene
registro.
“Estas equivocado” pensó Darling.
-Se detectaron dos huellas de calor por el suroeste.
Estamos 99% seguros que son pumas pero aun así debemos registrar. Lleven al
desertor al centro de extracción y después haremos una ronda para revisar la
zona.
Uno de los robots tomó el pie restante de Darling y lo arrastraron
por el suelo lodoso. Por una milésima de segundo, Darling pudo ver el cuerpo de
la niña. Sus ojos habían dejado de ver, su boca tenía una eterna mueca torcida,
símbolo de todo el terror que vivió en el último momento de su vida. Un
desagradable agujero en su frente le devolvía la mirada a Darling. Era como
mirar a un abismo. Una oscuridad eterna que no podía ser desgarrada ni con la
lámpara más potente.
Con solo pensarlo Darling apagó sus receptores visuales. Tomó su
última granada de luz que escondía debajo de la placa de su pecho y la detonó.
Un flash cegador irrumpió en el bosque.
-¡Nos atacan!- gritó uno de los robots.
Darling encendió sus receptores visuales. Los tres robots cubrían
sus rostros, caminando a ciegas. Darling actuó rápido ya que contaba con
escasos segundos antes de que los robots recuperaran la vista. Se arrastró a
toda velocidad en el suelo y logró alcanzar su rifle de plasma. Con rapidez
apuntó directo a la cabeza del robot más cercano y la hizo explotar. Su cuerpo
metálico cayó al fango.
-¡Es un robot de seguridad!- gritó uno de los robots.
Ambos robots devolvieron el fuego. Darling se arrastró por el
suelo como una araña, esquivando todos los disparos. Cuando tuvo la oportunidad
disparó y logró darle a uno de los robots en un brazo, haciéndoselo explotar
pero sin lograr derribarlo. El fusil de plasma de Darling se estaba
sobrecalentado, si seguía disparando pronto explotaría con una potencia letal.
Darling siguió rodando y se escondió detrás de un tronco muerto, protegiéndose
de los disparos.
-¡Sal de ahí!- gritó un robot.
Darling usó un truco que su antigua dueña le había mostrado. Tomó
una capsula del plasma sobrecalentado y la incrustó en un cuchillo que llevaba
consigo. Detecto al robot más cercano y se levantó en medio de la lluvia de
balas. Con una fuerza sobrenatural lanzó el cuchillo y logró incrustarlo en
medio de su pecho haciéndolo retroceder desconcertado. Darling tomó su rifle y
disparó con cuidado una débil ráfaga al cuchillo, impactando directamente al
plasma sobrecalentado. Con gran estruendo, el plasma sobrecalentado provocó una
explosión, destrozando al robot y haciendo volar por los aires a su compañero
que estaba a un metro cerca. Una lluvia de metal y tierra caía desde el cielo.
La tranquilidad de ultratumba volvió al bosque. Los escáneres de
Darling no detectaron movimiento, Darling se arrastró con cautela. Logró ver al
robot restante tirado a unos metros. Su cuerpo se retorcía debido a los
múltiples fallos que sus sistemas sufrían. Darling se acercó a su cuerpo.
-Tomare esto prestado- dijo Darling.
Con facilidad tremenda, Darling arrancó una de las piernas del
robot agonizante.
-N…. nu…- balbuceó el robot.
Darling miró al robot. Sus receptores visuales se encendían y
apagaban frenéticos en un esfuerzo por verlo.
-Nu... nunca serás como ellos…- dijo finalmente.
Darling guardó silencio, las palabras se quedaron en el aire y
casi las vio evaporarse. Con su mano tomó la cabeza del robot y la arrancó de
un tajo.
De vuelta a la guarida
Darling llegó arrastrándose hasta su guarida. Llevaba su rata y su
pierna nueva consigo. Cuando lograra soldar su pierna regresaría por el cadáver
de la niña y la sepultaría. Pero por el momento tenía tareas más importantes
que hacer.
Encendió una vieja lámpara y una luz amarilla iluminó el interior
de su guarida. Conectó su batería y empezó a recargarla. Con un encendedor
prendió fuego en su vieja fogata y colocó la rata en una varilla.
“Nunca serás como ellos”. Las palabras del robot habían llegado
arrastrándose junto con Darling. Estaban dentro de su cabeza y rebotaban de un
lado a otro sin parar. Si nunca sería como ellos, ¿Cuál era el propósito de
seguir? Darling anhelaba el poder sentir cualquier cosa, por más primitiva que
fuera. Todas las noches cuando se recargaba, sus sistemas reproducían
simulaciones en las cuales Darling tenía vida. Una mera ilusión, sin embargo,
muy real en algunas ocasiones.
“Más que un humano”. Las palabras de su antigua dueña le llegaron
por sorpresa. Tal vez su destino no era ser algo equivalente a un humano porque
ese sería un callejón sin salida. “¿Ser mejor que un humano?” se cuestionó
Darling. Su base de datos no le daba una respuesta clara a eso. Con el tiempo
trataría de averiguarlo y saber cómo lograr su destino.
Un pequeño bulto de cobijas se sacudió. Darling dejó la rata en el
fuego y tomó el revoltijo de telas. Una pequeña cara rosada se asomó curiosa.
Un bebé humano no registrado estaba en poder de Darling. Lo había estado
cuidando por tres años. El pequeño había aprendido a caminar y crecía sin
problemas. Un humano totalmente sano. Darling tomó la rata cocinada y se
dispuso a alimentar al
pequeño.
Las palabras “Más que un humano” brillaron con la luz del fuego.
Darling trató de pensar en esas palabras, pero sus nuevas tareas ocupaban parte
de su capacidad de contener información.
Pronto tendrían que huir de nuevo, el invierno nuclear cada vez
estaba más cerca. Darling y el último humano se refugiaban bajo la inminente
lluvia radioactiva.
A. Rivas
Darling se encontraba a lado de una carretera, escondido en un
viejo remolque. A unos cuantos metros, un bosque agonizante se mantenía
desafiando a aquella lluvia. Sus sistemas le indicaban que se encontraban a 7°
centígrados.
Darling avanzó en el fango y se internó en el bosque. Sus radares
de radioactividad indicaban que el lugar pronto dejaría de ser habitable.
Revisó su escáner térmico pero no mostraba algún cambio. Siguió avanzando,
manteniendo cada uno de sus escáneres alerta. Sostenía con firmeza su rifle de
plasma en caso de que algún puma mutante merodeará cerca. No había visto uno en
semanas, tal vez había llegado el momento en el que por fin estaban
extinguiéndose ya que su principal alimento eran los humanos.
Humanos. Esa palabra quedó en el aire. Darling palpó su pecho
metálico y comprobó que el viejo guardapelo siguiera ahí. Sabía lo opinión que
todos tenían sobre los humanos, pero Darling no creía que todo fuese cierto.
Las cosas habían cambiado por culpa de ellos, eso era cierto, sin embargo,
Darling no creía que todos los humanos fueran iguales. Solo había conocido a un
humano, a su antigua dueña y, por lo menos ella, no era como todos los demás
decían que los humanos solían ser. Las consecuencias por ayudar o simpatizar
con un humano eran simples: la desconexión automática. Darling mantenía sus
pensamientos para sí mismo para evitar algún problema, ya que le había hecho
una promesa a su antigua dueña y hasta el momento, no la había roto.
Sus escáneres se pusieron frenéticos. Darling puso su rodilla
metálica en el suelo y apuntó con su rifle de plasma. Una irregularidad en el
suelo 9 metros frente a él había perturbado sus escáneres. Detectó una débil
señal de calor. Darling avanzó con cuidado. Conectó el rifle de plasma a su
batería principal para añadirle más poder letal. Siguió avanzando, las gotas
caían en sus partes con sonoros ruidos metálicos. Cuando estuvo lo suficiente
cerca descubrió por qué tanto alboroto. Un cadáver humano estaba tirado boca
abajo. Se encontraba en avanzado estado de putrefacción y algunos huesos
estaban a la vista.
Darling lo contempló. Sus sistemas se contradecían unos a otros
fuera de control, a lo cual lo relacionaba eso a una emoción, ¿tristeza tal
vez? Eso era algo que a Darling le gustaba hacer, fingir tener emociones.
Se acercó al cadáver y tomó su mano. Trató de imaginar cómo sería
en vida, su verdadero color y la calidez que algún día tuvo. Su banco de
memorias seleccionó el momento cuando dio sepultura a su antigua dueña. Había
sostenido su mano de igual forma en la que sostenía la de aquel desconocido.
Darling soltó la mano del cadáver y acechó el panorama. Había
detectado una señal de calor, sin embargo, ahí no había nada vivo. Tal vez sus
sistemas habían fallado como aquella vez…
De pronto, una rata grisácea salió por el pecho del cadáver.
Darling la miró extrañado. La vida sin mutaciones era algo totalmente inusual
en esos días. Midió los niveles de radiación que emitía y para su suerte, la
rata era comestible. La tomó con su mano metálica, contempló la vida que sus
ojos negros emitían y sintió algo parecido a envidia. Con un ligero apretón,
acabó con la vida de la rata. Sus sistemas se estremecieron, no le agradaba
matar.
Sus sistemas explotaron. Con una increíble rapidez tomó su rifle y
se dio la vuelta. Una pequeña figura lo observaba desde un tronco caído.
Darling detectó su huella de calor. Era humano.
Unos ojos se asomaban asustados. Darling guardó silencio, mientras
trataba de pensar cuál sería su próximo movimiento. La figura salió de su
escondite y dio unos cuantos pasos. Era una niña. Darling no podía creer lo que
veía. Los humanos habían dejado de reproducirse hace décadas y no se veía uno
con vida desde hace unos años, lo que él estaba presenciando era un verdadero
milagro
-Alto- dijo la voz robótica de Darling.
La niña se detuvo asustada cuando escuchó hablar a Darling. Vestía
unos harapos llenos de lodo. Sus ojos se hundían en sus cuencas y partes de su
cabello habían empezado a caerse, dejando unas desagradables calvas esparcidas
como cráteres. La niña observaba la rata.
-Lo siento, no puedo dártela.
La niña no viviría mucho, Darling lo supo de inmediato. La
desnutrición había hecho estragos en su cuerpo. La pequeña no despegaba los
ojos de la rata. Avanzo unos cuantos pasos más. Darling levantó su fusil pero
titubeó. “Más que un humano” relucía en una placa de su antebrazo, palabras que
fueron escritas por su antigua dueña. Darling bajo el rifle y dejo que la niña
se acercara. La pequeña siguió su camino titubeante y, cuando estuvo lo
suficiente cerca, tomó la rata y dio un salto hacia atrás asustada.
-¿Cuál es tu nombre?
La niña no respondió. Miraba asustada a Darling.
-Descuida, no te hare daño.
Darling se acercó a la niña. La pequeña esta vez no retrocedió.
Darling pudo tocar su escaso cabello y una de sus mejillas. Imaginó cómo pudo haber
lucido en tiempos más prósperos. Pero lo que en verdad lo fascinó fueron los
ojos de la niña. La vida que estos transmitían era algo por lo cual Darling
soportaba que aquella lluvia corrosiva dañara sus partes metálicas. Eran algo
que él no lograba entender, pero esa misma ignorancia lo mantenía intrigado.
Esperaba ansioso el día en que pudiera encontrar las respuestas a todo.
-Son realmente fascinantes- murmuró el androide
mientras acariciaba a la niña.
Algo que Darling no podía detectar era a los de su misma especie.
Sus cuerpos no transmitían ningún vector que se pudiera detectar con radares,
salvo el movimiento, pero si se movían con cuidado podían evadir los escáneres.
Una ráfaga de disparos cayó sin piedad sobre Darling y la niña. El
caos se vio desatado como un toro salvaje. Darling protegió con su cuerpo a la
niña, mientras las balas rebotaban en su cuerpo. Cuando el fuego cesó ambos
quedaron inmóviles en el fango.
-Objetivo eliminado- dijo una voz robótica.
Darling permaneció en el suelo. Sus escamares notaron como la vida
de la niña se apagaba. Detectó a tres potenciales enemigos acercándose, los
tres armados.
-Un humano muerto y un desertor, ambos derribados-
dijo una de las voces.
Unos brazos levantaron a Darling y lo sentaron en el fango. Sus
sistemas poco a poco se volvían a sincronizar.
-¿Número de serie?- preguntó el robot que tenía
frente a él.
-Mi nombre es Darling.
-No digas tonterías- respondió. Acto seguido tomó su
arma y disparó en una de las piernas de Darling, destrozándola por completo.
Los sistemas de Darling estaban caóticos. Vio su propia pierna con
cierta curiosidad. Un robot amarillo le obligó a agachar la cabeza, dejando al
descubierto su nuca donde solía estar el número de serie.
-El número de serie fue borrado- dijo el robot
amarillo.
-Vaya, no se encuentran muchos como tú últimamente.
-¿Quién es tu dueño?- preguntó el tercer robot
apuntándole directo a la cabeza.
-Mi nombre es Darling- se limitó a responder.
-Di lo que quieras, pero te advierto que haré un
agujero en tu cabeza y echaré un vistazo adentro para obtener la información
que necesitamos.
Uno de los robots se acercó al cadáver de la niña.
-Este es la última cría humana de la cual se tiene
registro.
“Estas equivocado” pensó Darling.
-Se detectaron dos huellas de calor por el suroeste.
Estamos 99% seguros que son pumas pero aun así debemos registrar. Lleven al
desertor al centro de extracción y después haremos una ronda para revisar la
zona.
Uno de los robots tomó el pie restante de Darling y lo arrastraron
por el suelo lodoso. Por una milésima de segundo, Darling pudo ver el cuerpo de
la niña. Sus ojos habían dejado de ver, su boca tenía una eterna mueca torcida,
símbolo de todo el terror que vivió en el último momento de su vida. Un
desagradable agujero en su frente le devolvía la mirada a Darling. Era como
mirar a un abismo. Una oscuridad eterna que no podía ser desgarrada ni con la
lámpara más potente.
Con solo pensarlo Darling apagó sus receptores visuales. Tomó su
última granada de luz que escondía debajo de la placa de su pecho y la detonó.
Un flash cegador irrumpió en el bosque.
-¡Nos atacan!- gritó uno de los robots.
Darling encendió sus receptores visuales. Los tres robots cubrían
sus rostros, caminando a ciegas. Darling actuó rápido ya que contaba con
escasos segundos antes de que los robots recuperaran la vista. Se arrastró a
toda velocidad en el suelo y logró alcanzar su rifle de plasma. Con rapidez
apuntó directo a la cabeza del robot más cercano y la hizo explotar. Su cuerpo
metálico cayó al fango.
-¡Es un robot de seguridad!- gritó uno de los robots.
Ambos robots devolvieron el fuego. Darling se arrastró por el
suelo como una araña, esquivando todos los disparos. Cuando tuvo la oportunidad
disparó y logró darle a uno de los robots en un brazo, haciéndoselo explotar
pero sin lograr derribarlo. El fusil de plasma de Darling se estaba
sobrecalentado, si seguía disparando pronto explotaría con una potencia letal.
Darling siguió rodando y se escondió detrás de un tronco muerto, protegiéndose
de los disparos.
-¡Sal de ahí!- gritó un robot.
Darling usó un truco que su antigua dueña le había mostrado. Tomó
una capsula del plasma sobrecalentado y la incrustó en un cuchillo que llevaba
consigo. Detecto al robot más cercano y se levantó en medio de la lluvia de
balas. Con una fuerza sobrenatural lanzó el cuchillo y logró incrustarlo en
medio de su pecho haciéndolo retroceder desconcertado. Darling tomó su rifle y
disparó con cuidado una débil ráfaga al cuchillo, impactando directamente al
plasma sobrecalentado. Con gran estruendo, el plasma sobrecalentado provocó una
explosión, destrozando al robot y haciendo volar por los aires a su compañero
que estaba a un metro cerca. Una lluvia de metal y tierra caía desde el cielo.
La tranquilidad de ultratumba volvió al bosque. Los escáneres de
Darling no detectaron movimiento, Darling se arrastró con cautela. Logró ver al
robot restante tirado a unos metros. Su cuerpo se retorcía debido a los
múltiples fallos que sus sistemas sufrían. Darling se acercó a su cuerpo.
-Tomare esto prestado- dijo Darling.
Con facilidad tremenda, Darling arrancó una de las piernas del
robot agonizante.
-N…. nu…- balbuceó el robot.
Darling miró al robot. Sus receptores visuales se encendían y
apagaban frenéticos en un esfuerzo por verlo.
-Nu... nunca serás como ellos…- dijo finalmente.
Darling guardó silencio, las palabras se quedaron en el aire y
casi las vio evaporarse. Con su mano tomó la cabeza del robot y la arrancó de
un tajo.
De vuelta a la guarida
Darling llegó arrastrándose hasta su guarida. Llevaba su rata y su
pierna nueva consigo. Cuando lograra soldar su pierna regresaría por el cadáver
de la niña y la sepultaría. Pero por el momento tenía tareas más importantes
que hacer.
Encendió una vieja lámpara y una luz amarilla iluminó el interior
de su guarida. Conectó su batería y empezó a recargarla. Con un encendedor
prendió fuego en su vieja fogata y colocó la rata en una varilla.
“Nunca serás como ellos”. Las palabras del robot habían llegado
arrastrándose junto con Darling. Estaban dentro de su cabeza y rebotaban de un
lado a otro sin parar. Si nunca sería como ellos, ¿Cuál era el propósito de
seguir? Darling anhelaba el poder sentir cualquier cosa, por más primitiva que
fuera. Todas las noches cuando se recargaba, sus sistemas reproducían
simulaciones en las cuales Darling tenía vida. Una mera ilusión, sin embargo,
muy real en algunas ocasiones.
“Más que un humano”. Las palabras de su antigua dueña le llegaron
por sorpresa. Tal vez su destino no era ser algo equivalente a un humano porque
ese sería un callejón sin salida. “¿Ser mejor que un humano?” se cuestionó
Darling. Su base de datos no le daba una respuesta clara a eso. Con el tiempo
trataría de averiguarlo y saber cómo lograr su destino.
Un pequeño bulto de cobijas se sacudió. Darling dejó la rata en el
fuego y tomó el revoltijo de telas. Una pequeña cara rosada se asomó curiosa.
Un bebé humano no registrado estaba en poder de Darling. Lo había estado
cuidando por tres años. El pequeño había aprendido a caminar y crecía sin
problemas. Un humano totalmente sano. Darling tomó la rata cocinada y se
dispuso a alimentar al
pequeño.
Las palabras “Más que un humano” brillaron con la luz del fuego.
Darling trató de pensar en esas palabras, pero sus nuevas tareas ocupaban parte
de su capacidad de contener información.
Pronto tendrían que huir de nuevo, el invierno nuclear cada vez
estaba más cerca. Darling y el último humano se refugiaban bajo la inminente
lluvia radioactiva.
A. Rivas
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