miércoles, 16 de noviembre de 2022

Pan de muerto

Ernesto tiene un amigo que se llama Arnoldo. Un día Ernesto le pidio a Arnoldo que le cuidara su mochila de la escuela, él obediente siguio la instrucción sin pensarlo. 

A los tres días Ernesto acudió a casa de Arnoldo a reclamar su pertenencia, al llamar a su amigo salió un viejito de apariencia nefasta, tenía que apoyarse de la lateral de la puerta para mantenerse de pie, sus cuencas de sus ojos eran tan profundas que hasta parecían crateres lunares excavados por colosales meteoros, y al hablar se escuchaba un su timbre de voz un matiz tan seco como los huesos de una momia. El viejecillo habló y le dijo


- Ernesto, no me lo vas a creer ... -


El anciano entonces comenzó a contarle que él había devorado aquel bolillo con aroma tan suculento, uno que tenía en la bolsa grande de su mochila. Que el sabor era tan bueno como su olor mantecoso, tan blando como una nube de azucar de esas que parecen explotadas, era lo que en vida jamas había tenido el ostentoso gusto de comer, y lo que en sueños su majestad el rey David hubiera anhelado masticar.


- Tragué un cachito de cielo, el dulce bolillo me ha vuelto lo que ves ahora amigo Ernesto -


Ernesto, de manera hilarante, exclamó


- ¡Hay Arnoldo, mi compadre! ¡Es que te has echado un pan de muerto! -


Luis C. Núñez G.

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