Ratas
Abrió
las retinas, se encontraba tirado en una fosa vieja y sucia. Inmóvil, como
cuando dicen que se te sube el muerto; vio que la única luz que iluminaba su
entorno provenía del rectángulo que tenía por encima (era la salida). Por el
rabillo del ojo, veía como cientos de figuras grises con colas largas danzaban
en círculos alrededor de su cuerpo. Percibió el hedor de los orines y las heces
de los roedores.
Escuchó
el chillido de las ratas aproximarse, cerró los ojos intentando despertar a
toda costa, pues les tenía fobia a los ratones. Sintió las patas transitar por
su rostro, y el pelambre enmarañado tocar sus labios. Quiso gritar, pero la
boca le permaneció cerrada como un calabozo.
Lo
empezaron a ruñir, se daban un festín con su cuerpo. El suelo se tiñó del color
rojo de la sangre. Los pequeños, pero afilados dientes: rasgaban la carne y
trituraban los huesos. Era el dolor de ser comido en vida. Apretó los ojos con
más fuerza, deseaba escapar de ese mal sueño. Las ratas le comieron los párpados.
Las pupilas quedaron expuestas al aire, privándole la oportunidad de volver a dormir
y despertar de la pesadilla.
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