sábado, 27 de abril de 2019

El fractal

Por Luis C. Núñez

Los siguientes hechos debieron acontecer en algún momento entre la segunda mitad de 1991 y principios de 1992. Desde el día en que se hizo reporte del incidente hasta el día de ayer, 3 de Enero de 1996, no se encontró ninguna evidencia o rastro del desaparecido, salvo unos apuntes que sostienen la última actividad anterior al extravío. Los vecinos reportan que siempre fue una persona curiosa, excéntrica e introvertida, y que dejaron de verlo rondar por el vecindario meses antes del tiempo estimado de la desaparición. Aseguraron también verlo, en inusuales ocasiones, tener recias conversaciones consigo mismo, dialogando con el aire. Estos son los apuntes de texto originales que él dejó antes de su desaparición, escritos a mano con elegante caligrafía, propia de un poeta.


Cabe decir que estos apuntes albergan en su principio una postura de divulgación científica, hablan del interés de la persona hacia los seres microscópicos, compartiendo sus observaciones con un microscopio al que presta mucha atención, sin embargo no hubo reporte ni hallazgo de algún microscopio o dispositivo de características similares, salvo unas lentes de aumento que estaban colocadas sobre un escritorio en una de las habitaciones del desaparecido, sobre el escritorio también había contenedores de vidrio, instrumentos de medición, caldos de bacterias y varios apuntes escritos en libretas, entre los cuales se halló el texto del que se esta hablando, entre otras cosas que no fueron de utilidad para emprender su localización. Más adelante en el escrito, el hombre escribe acerca de las supuestas alucinaciones que los vecinos creyeron razón de sus conversaciones con nadie. Finalmente, están los últimos párrafos, escritos con la misma intención caligráfica del principio, solo que en un estilo más brusco para la posteridad del caso.

Este es el escrito...

"Los puedo ver moverse, son chiquitos, muy chiquititos, unos son redonditos, y algunos otros tienen la forma ovalada. Al fondo de la curiosa sopa bacteriana unos cuantos se me pierden de vista. Ya sea por minúsculos o por mera apariencia unos me dejan la confusión de si podrían encontrarse o no con vida, y el microscopio, que ya es algo viejo, esta haciendo su mayor esfuerzo para ofrecerme el magnifico paisaje lo más claro que puede, lamentándose de no ser capaz de brindarme detallitos más interesantes. No lo culpo en absoluto, lo que estoy viendo es una cucharada de asombro acompañada con un sabor bien cuajado de misterios.

El caldo dentro del recipiente le esta sirviendo bien a la colonia, ya tiene varios días proveyéndole riquísimos nutrimentos a mis chiquitines compañeros. Me entristece ver cuando los chiquitines, no tan chiquitines, se comen a los chiquitines más grandes, y estos son devorados sin vacilo por chiquitines que son aún más grandes, un espectáculo espléndidamente natural, debo de admitir. Incluso tratando de describir las observaciones en mis apuntes con la objetividad y naturaleza propias de un científico; el intento es vano, reconozco que esta vista no tiene remedio y de solo contemplarlo se me sale lo poeta, no hay remedio, por donde se le vea, no lo hay, es asombroso.

Inclusive deleitándome con toda esta pantalla de ciencia, persiste la curiosidad en mí, y no obstante todavía sigo obediente, pues debo mencionar que no he girado el tornillo micrométrico que sobresale con orgullosa imponencia por el costado del brazo del microscopio. Con suma facilidad puedo sujetarlo, darle vueltas y caer rendido ante una selva segura de espectáculos de talla pigmea. Leí las instrucciones del microscopio hace mucho tiempo y dicen que por seguridad del usuario, no hay necesidad de girar demasiado la tuerca. Sigo obediente, no lo he girado demasiado, sigo obediente. Me alcanza suficiente con esto que veo...

...El microscopio esta vez se siente más ameno, pues parece mostrarme una danza rítmica entre dos figuritas, una sube, y la otra baja, la de abajo se mueve con energía a la izquierda, y la de la arriba sigue a su compañera contrariandola por el lado derecho. Parecen una cordial pareja siguiendose el paso con apacible gusto, siendo solo simetría y dualidad, no se tocan, solo bailan. Fue una fiesta que el microscopio y yo nos sentamos a ver con mucho agrado, hasta que llego un chiquitín, no tan chiquitín, y se los llevo en una inevitable succión, lo vimos pasar sobre ellos, primero entrando por la parte derecha de la imagen del ocular, y después saliendo por la parte izquierda hasta que se perdió de foco y ya no vimos nada. La existencia de esa microscópica pareja fue borrada en un va y viene de tiempo sin el consentimiento mío, ni el del telescopio, ni el de ellos, es asombroso. Y mientras admiro con inmersión este caos minúsculo, la ventana deja entrar un viento que circunda por todo mi laboratorio y que pasa rozándose por todo lo que puede, se raspa con los matraces, se mete y sale por las redondas esferas de decantación, se ve que se quiere perder allá por donde tengo puestos los recipientes más delgados de vidrio, chocando entre probetas, pipetas y tubos de ensayo de todos los tamaños y para todos los usos. El viento sale de repente de aquel laberinto de artilugios alquímicos y se dirige hacia mí, me suspira la espalda y me hace sentir un escalofrió que desciende desde lo alto de mi cabeza hasta lo bajo de mis pies e inmediatamente lo entiendo, no me cabe ni una duda, ¿Son ustedes verdad queridos amigos?, descuiden, no me asustaron, ya sé que me vienen a acompañar en esta grata incursión, ninguna otra ráfaga de viento que entre de esa manera a mis aposentos podría significar otra cosa. Perdonen a este humilde ignorante que no preparó el cuarto para sus invitados, ¿Tú eres el primero de ellos no es así? ¿Van Leeuwenhoek, señor de los lentes de aumento? ¿Eres tú verdad mi holandés colega? Ponte cómodo que sé con certeza que eres tú, ponte de cómodo, que sabes muy bien que eres más que bienvenido a mi laboratorio.

Otro viento se lanzó al lugar sin advertirlo ¿Quien podrá ser?... un momento, ah!, lo reconozco! es Lazzaro Spallanzani, el señor que desmintió aquello que se genera en la espontaneidad de lo espontaneo. Ya sabes que mi microscopio es tu microscopio. Una vez entrado Lazzaro Spallanzani dos últimos vientos terminaron pasando la ventana, terminaron de llegar así, Louis Pasteur, señor de las vacunas que todo lo curan y Robert Koch, señor cazador de bacterias que todo lo enferman. Todos ustedes, quédense conmigo, este es su hogar, es un para mí honor recibir a los legendarios cuatro vientos en mi laboratorio.

Prosiguiendo con lo mío, envuelvo mi vista en el ocular y no habiendo pasado un minuto siento venir en mí una inmediata tristeza, porque los habitantes del recipiente al fin y al cabo, están confinados a un universo de mentiritas que yo les fabriqué. Es algo frívolo, pienso yo. Vamonos afuera les digo a los cuatro científicos ventosos, vamonos. Me pongo de pie y me acompañan sin decir ni una sola palabra, ni un solo soplido. Ellos me siguen y, al hacerlo mueven tanto al aire, como a los objetos más livianos que el aire a mis espaldas.

Camino hacia afuera y saco mi microscopio para encontrarme frente a frente con el mundo exterior y darme cuenta que es basto, infinito, ilimitado y sin paredes de delicado cristal. Según mis apuntes de científico, la mescolanza de este mundo externo es complicada y adentro de toda esta mescolanza se ocultan impacientes mis queridos chiquitines, se refugian en todos lados sabiendo que tarde o temprano iba a ir tras ellos a echarles un saludo desde mi potente microscopio. Les pregunto a mis eólicos amigos por donde debería empezar la colecta de imágenes científicas que saldrán de este aparatito mirón que traigo cargado en brazos, hay mucho mundo por dónde escarbar les digo, hay mucho por dónde agarrar les expreso, dónde comienzo, dónde busco, que sino me regalan una pista me voy a perder.

Pronto volteo al suelo y veo una ridícula mosca siendo arrastrada de poco en poco solamente por la tranquilidad del aire, me la trae zigzagueando hasta dejarla patitas arriba frente a mis pies. Puede tratarse de la señal que le había pedido a los cuatro vientos, pienso yo, así que nuevamente me muestro codicioso de hacer uso del microscopio, por lo que con mis pinzas especiales para insectos recojo al menudo animal apretando las tenacillas, sujetándolo por las alas y dejándolo recostado sobre la platina del microscopio. Es entonces que una fuerte ventisca se hace presente advirtiéndome que mis colegas de ciencia están perdiendo la calma, ya me están apurando ansiosos por que me asome en la mosca y yo, que estoy nomas parado ahí levantando todo el peso de la curiosidad del hombre de ciencia sobre los hombros, con nada más que una mosca, un microscopio y el viento soplando a mi lado; me dispongo de echar de nuevo un vistazo pero, más como una pausa reflexiva que una negación, no lo hago. Por primerísima vez, y última vez, caigo en la endiablada certeza de que ese condenado tornillo debe de ser girado. Por mi seguridad, sé que así tiene que ser. Hay que girarlo.

Una blanda brisita acaricia mi nariz.

Leeuwenhoek, Spallanzani, Pasteur y a Koch me rodean y yo les pregunto si están listos.

La blanda brisita acaricia de nuevo mi nariz, afirmándome que lo están."

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Es en esta pausa que el hombre se alista para decir las palabras que marcaron su caso como el más intrigo de 1996, apareciendo cómo una simple nota chusca en los periódicos matutinos de la localidad tales como "El Informe", "El Mirador" y "El Nuevo Día". Más tarde atrajo el interés de la curiosa comunidad ociosa que utiliza parte de su tiempo y habilidades de investigación para desentrañar leyendas urbanas, sucesos de índole paranormal e historias de procedencia extraterrestre; haciéndolo publicar al poco tiempo en las revistas "Más allá del 2000", "La mirada cósmica" y "Paradoja", generando revuelo y controversia en el nicho de los investigadores, científicos y laboratoristas que actualmente no paran de discutir y debatir sobre el texto en sus ratos libres.

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"Levanto mi mano, que tiembla gesticulando toda clase nervios con los puros dedos solo por que sabe lo que hará y yo; con la acción lista para acontecer, desde mi hombro, hasta la muñeca, hasta la palma y hasta las meras yemas de mis sudorosos dedos, (es mi lado poeta, no hay remedio,  no tiene remedio); chupo aire hasta dejar mis pulmones completos de confianza y comando a mi palma la esperadísima orden de girar ese tornillo. Obedeciendome, se abalanza violentamente hasta estar próxima al tornillo y una vez ahí, se abstiene de hacerle frente, parece que esta insegura y yo en respuesta vuelvo a exigir con agonizante dificultad que siga mi comando. No me rechaces, te lo pido por favor, no lo hagas. Y ante la insistencia de mis suplicas al cabo de un instante ella me parece escuchar y mansamente coloca sobre el metal del tornillo no la palma, sino las sudorosas yemas de los dedos que ahora tanto compito en mover.

Es entonces que giro la ruedita, me envilezco, me arrojo, me dejo llevar y descargo mi ansiosa curiosidad girando la ruedita micrométrica.

¿A dónde más voy a llegar?, dímelo, házmelo saber por favor ruedita, deja te giro y te doy más vueltas. Ya te giré y puedo ver muchas cositas, puedo ver chiquitines dentro de los chiquitines que se están asustando por que al parecer los estoy invadiendo con la pura mirada. No obstante, la ruedita no me esta mostrando lo que quiero, por lo que sera necesario darle más giros. Rosco la rosca, volteo la cabeza del tornillo, la hago bailar enroscandola como si adelantara el tiempo de un reloj, brincando no solo segundos, sino minutos, días, semanas y hasta vidas enteras de nada más pura hacer girar esta rosca. Ese es el deber, el deber de girar, girar y girar. Después de tanto giro, los chiquitines están empezando a perder color, la luz que les pega en estas alturas ya no alcanza a dar color, veo manchitas de todas las formas en puro color gris, unas se parten a la mitad, otras se pelean unas con las otras, otras se comen enfurecidas, se engendran interminablemente, se arrastran diestramente a sus anchas por este interminable mundo, oh no, y parece ser que veo que también se aterran! Es que se siguen asustando de tanto giro que doy, no tengan miedo mis chiquitines, es solo cuestión de detener la rueda, pero no se detiene, es que es mi deber.

Una rabiosa ventisca me escupe violentamente, me grita, me aturde y me hace SHHHHHHHH!!! Son los cuatro vientos que rugen agitados, y yo nomas giro, giro, no paro de girar, me busco perder sí, daré giros hasta quedarme bien perdido en medio de todo este bosque de cosas que no paran de estar dentro de cosas más y más pequeñas hasta el infinito. Veo chiquitines dentro de los chiquitines, dentro de los chiquitines hay chiquitines, dentro de los chiquitines hay un chiquitín y este chiquitín que esta dentro de un chiquitín parece querer que le vea más de cerca. No te preocupes, solo déjame girar la rueda, llegare a ti haciendo rodar la tuerca hacia donde tú estas parado, solo prepárate, que la rueda y yo haremos todo el trabajo.

Me acerco al microbio hasta el punto que éste se expandió completamente por la lente, volviéndose todo un todo...

...esta vez ya no vi chiquitines... no vi ningún tipo de microbio... el deber se cumplió... el viento se apaciguo... y la rueda se detuvo...

Es asombroso.

Estoy viendo a un hombre. Esta enfrente de mi vista, parado sobre los confines micrométricos de una mosca, existiendo en el volumen de algo extraordinariamente más atómico que un átomo. Es un hombre, de veras que es un hombre. Se ve científico, y pareciera que no puede parar de mirar hacia arriba, cómo si algo le observa distantemente desde lo alto. El sonríe y arroja un cordial saludo aleteando el brazo como mejor puede en tremendo son de acojo, me esta saludando a mí. ...Me entero así, que no cuenta con nada más que un microscopio, un diminuto animal acostado en la platina del aparato y cuatro corrientes de aire bailoteando a sus espaldas, al igual que yo.

Ahora yo volteo hacia arriba, y veo a una persona que voltea hacia abajo. Me doy cuenta que estoy parado enfrente de su vista, y que estoy parado sobre los confines micrométricos de alguna otra cosa; viendo que me ve, le arrojo un cordial saludo aleteando el brazo como mejor puedo en tremendo son de acojo. Lo estoy saludando a él. Se entera él así, que no cuenta con nada más que un microscopio, un diminuto animal acostado en la platina de su aparato y cuatro corrientes de aire bailoteando a sus espaldas.

Ahora él voltea hacia arriba, y alguien más voltea hacia abajo. Viendo que lo ve, le arroja un cordial saludo aleteando el brazo como mejor puede en tremendo son de acojo. Dándose cuenta así, de haber rebasado los confines del territorio microorgánico para servirse del interminable tesoro Mandelbrotiano que acababa de descubrir."
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...Hasta aquí finaliza el escrito de este enigmático hombre que, como bien se puede leer, menciona en numerosas ocasiones, un microscopio que nunca se encontró en los alrededores de la zona del incidente. Fue así hasta el día presente, hoy 4 de Enero de 1996, que un microscopio apareció en la entrada frontal de la casa del desaparecido. Estaba en perfectas condiciones, y sobre su platino había una mosca que, por más recio que soplaba el viento, jamas se la llevó. Enfrenté de la puerta, a lado del microscopio, estaba una copia del libro "La geometría fractal de la naturaleza" de Benoît Mandelbrot, sobre la portada del libro estaba colocada una nota escrita con la misma elegante caligrafía del desaparecido. La nota decía lo siguiente.

"No muevan la mosca, pues en estos momentos estamos todos parados sobre ella, y sobre nosotros esta parada una mosca, y sobre la mosca esta alguien leyendo esta nota"

Luis C. Núñez

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