martes, 25 de septiembre de 2018

Sin Piedad

Por A. Rivas




-¿Hoy a las cinco?

-¡Si, te estaré esperando!
-Pasare por ti cuando acaben tus clases.
-No llegues tarde por favor.
-Estaré ahí puntual, lo prometo.
-Está bien, me tengo que ir, mi clase está a punto de empezar.
-¡Hasta luego!
-No lo olvides, a las cinco.
-Ahí estaré.

Matt contempló la pantalla de su celular. Su rostro tenía una sonrisa que casi no le cabía, posiblemente, la más grande sonrisa de su vida. Leyó toda la conversación que había tenido con Sofía, la chica de sus sueños. Habían salido un par de ocasiones pero aun no era algo oficial y esto se debía en gran parte a su timidez, algo en lo que Matt seguía trabajando. Ese día era la gran prueba de fuego, estaba decidido a confesarle sus
sentimientos. Lo tenía todo planeado, desde el escenario hasta las palabras que usaría. La noche anterior casi no había dormido por estar frente a su espejo practicando sus posibles diálogos. El margen de error era casi nulo, pero aun así Matt guardaba un as bajo la manga. Se inclino hacia un costado para revisar la caja que lo acompañaba. Un pequeño pug color negro dormía con tranquilidad en su interior, ajeno a todas las emociones de Matt. Sofía amaba los animales y se desencantaba especialmente por los pugs. Lo había mencionado en la primera cita que tuvieron y era algo que él no había olvidado.

Matt miro a su alrededor. Estaba sentado en una solitaria banca de un parque excepcionalmente verde. Era un día perfecto hasta en los más mínimos detalles. Dirigió su rostro al cielo y sintió los rayos del sol en su cara, respiro hondo y dejo que el oxigeno llenara sus pulmones hasta su máxima capacidad, un viento fresco despeino su cabello. Se sentía feliz. Más que nunca. No recordaba cuando fue la última vez que se sintió de esa manera.

Observo el cielo. Un espejo azul perfecto. Unas cuantas nubes paseaban perezosas en el horizonte, como si no quisieran perturbar la felicidad de Matt. Se concentro en una nube en particular, era la más grande y trato de encontrarle forma como solía hacer de niño. Primero fue una raqueta, después un waffle y por ultimo tomo la forma de algo parecido a un animal con cuernos. Un toro, una cabra tal vez. Al principio Matt creyó que era obra de su imaginación, pero parecía como si la nube creciera, pero esta había cambiado de rumbo y se dirigía a Matt. El muchacho le sonrió. La nube se arrastro poco a poco, tomándose su tiempo, hasta que quedo posada casi encima de Matt. Los rayos del sol lo abandonaron. El chico dejo de sonreír. Un gran viento hizo mover los arboles cercanos y las hojas fueron arrancadas, nubes de polvo se levantaron del suelo. Un pedazo de papel salió volando y quedo estampado en la caja del pug. El cachorro soltó un agudo ladrido y Matt se sobresalto. Era la primera vez que lo escuchaba ladrar. Tomo el pedazo de papel y descubrió que se trataba de un pedazo de periódico. Justo cuando iba a tirarlo y dejar que se lo llevara el viento, algo lo hizo detenerse. Fue la gran foto amarillista de la primera plana. Dos cuerpos ocupaban la mayor parte de la página, ambos totalmente mutilados. La noticia explicaba que, después de dos meses de búsqueda, los cuerpos de dos jóvenes habían sido encontrados cerca de un drenaje. Ambos cuerpos mostraban obvias señas de torturas y canibalismo. El hallazgo se sumaba a la creciente lista de cuerpos encontrados con las mismas características. En la esquina de la página, una foto de una joven desaparecida pasaba casi desapercibida. Se trataba de Megan Morgan y llevaba dos semanas desaparecida. Un número de teléfono estaba al pie de la foto en caso de que alguien supiera alguna información de su paradero. Matt observo el rostro de Megan, era una chica rubia de ojos azules. Megan lo miraba desde el papel.

Matt se quedo tan inmerso viendo la foto de la chica que no se dio cuenta que la nube se había marchado. Los rayos solares volvieron a acariciar su piel. Arrojo el papel y el viento se lo llevo consigo. Trato de despejar de su mente e ignoro la pena que sentía por esa gente. Encendió su celular y abrió su conversación con Sofía. Su rostro volvió a sonreír. Noto de nuevo lo agradable que se sentía el sol en su piel. Abrió la galería de fotos y admiro la belleza de Sofía. Cada detalle en su rostro le parecía tan perfecto que lo abrumaba. Cada lunar, cada imperfección e incluso las arrugas que se formaban en su rostro cuando sonreía le parecía lo más hermoso y peculiar que había visto en su vida.

Mientras Matt contemplaba la pantalla de su celular, una figura encorvada cruzaba el parque. Caminaba con lentitud, arrastrando los pies levantando el polvo. Llevaba un gran bolso floreado colgando en su hombro y con ambas manos sostenía una robusta bolsa de papel. Unas cuantas manzanas cayeron desde la cima de la bolsa. Matt soltó un pequeño brinco al notar la presencia de la anciana que estaba frente a él. La mujer se agacho con pesadez y tomo las manzanas, las volvió a poner en la bolsa sin embargo estas volvieron a caer. Matt brinco como un resorte de la banca y se acerco a ayudarla. Tomo las manzanas del suelo y las metió a la bolsa.

-Gracias…- balbuceo la anciana.
-Descuide.

Matt observo las manos de la anciana. Sus dedos huesudos parecían ramitas secas. Pudo percibir un olor a humedad proveniente de su ropa. Su rostro estaba cubierto de arrugas, las cuales le hicieron recordar a su propia abuela. Matt le sonrió a la anciana.

-Permítame cargar esto por usted.
-Muchas gracias hijo- respondió la anciana sonriendo.

Matt tomo la bolsa de papel. Era pesada, sin embargo logro cargarla con un solo brazo sin problema.

-Muchas gracias, eres muy amable- repitió la anciana. Parecía como si no encontrara palabras para expresar su gratitud.
-No se preocupe.
-Vivo a una calle de aquí, me serias de gran ayuda si me acompañaras.
-¡Claro!- le respondió Matt esbozando su mejor sonrisa- no será problema.

Con la mano que tenia libre, Matt tomo la caja del perro y empezó a caminar escoltando a la anciana.

-Quedan muy pocos jóvenes como tu hoy en día. La mayoría solo son unos vándalos escandalosos.

Matt soltó una ligera risa de cortesía, se sentía algo cohibido ante infinitos los halagos de la anciana.

-¿Cuál es tu nombre querido?
-Me llamo Matt.
-Un gusto conocerte Matt.
-Un gusto señora.
-Llámame Vicky cariño.

Eso era algo que Matt no haría. Era un tipo de falta de respeto llamar a la gente mayor por su nombre.

-¿A dónde te dirigías querido?
-A ningún lugar en especial- respondió Matt. Su mano que sostenía la bolsa comenzaba a hormiguear- solo estaba matando algo de tiempo.
-¿A si?, pues escogiste uno de los mejores lugares para matar el tiempo. Este parque es muy lindo y sobre todo tranquilo.

El paso de Vicky era lento. El brazo de Matt comenzaba a cansarse. El sol había dejado de ser amigable el sudor había aparecido en su rostro.

-¿Seguro que no necesitas ayuda?
-No se preocupe señora- dijo Matt conteniendo sus jadeos.
-Puedo llevar la jaula, no luce pesada.
-No se preocupe- repitió Matt. No quería que sus dedos frágiles de Vicky cedieran ante la jaula y el perro escapara.
-Es esta casa querido- dijo Vicky señalando con su mano huesuda.

Una casa en particular, destacaba entre todas las demás. Era de u intenso amarillo canario. La puerta parecía un gran trozo de chocolate. Las ventanas estaban cubiertas por unas cortinas rojas.

Matt y Vicky se dirigieron a la entrada. Vicky busco en su bolso las llaves y tras una eternidad por fin las encontró.

-Por favor querido entra.

El olor a humedad era intenso dentro de la casa. Las paredes estaban tapizadas de fotos de todo tipo, desde antiguas hasta recientes. La mayoría eran de bebés con ropas ridículas, bodas, cumpleaños e incluso unas cuantas de perros y gatos. Dos sillones rojos estaban justo frente a la televisión, una vieja mesa de madera les hacia compañía.

-Puedes poner la bolsa en la mesa querido.

Matt coloco la bolsa en la mesa y dejo la jaula del pug debajo de la misma. Vicky se dirigió a la habitación de junto y momentos después volvió con una jarra rebosante de limonada.

-Luces cansado.
-Gracias- dijo Matt tomando agradecido el vaso con limonada que Vicky le ofrecía. Probablemente era la limonada más deliciosa que Matt había probado en toda su vida.
-Te agradezco mucho tu ayuda Matt, ya no estoy en edad para este tipo de cosas.
-No es problema- dijo Matt por milésima vez. De un gran trago termino su limonada y pudo ver el azúcar en el fondo del vaso.
-¿Sabes? Me recuerdas a mi André cuando era joven.

Vicky le acerco una de las miles de fotos que estaban colgadas en la pared. Era una foto antigua y en ella posaba una pareja joven.

-Era igual de amable que tu. Se preocupaba por ayudar a los demás- Vicky se quedo observando la fotografía con una gran sonrisa. Matt se dio cuenta de lo bien que lucían los dientes de Vicky, tal vez estaban en mejor estado que los suyos. “Tal vez eran falsos” pensó. No le dio muchas vueltas al asunto- era un gran hombre, pocos como él en este mundo.

Matt miro los sillones estaban frente al televisor. Uno de ellos debió haber pertenecido a André. Ahora que lo notaba, era una casa demasiado grande para una solitaria anciana.

-¿Tienes novia Matt?- dijo Vicky esporádicamente.
-¿Disculpe?- dijo Matt un poco sorprendido.
-¿Tienes novia querido?- repitió Vicky con paciencia.
-Mmm... algo así- en el rostro de Matt volvió a aparecer con timidez una sonrisa.
-¿Algo así?- dijo Vicky confundida- ¿Cómo es eso?
-Estoy en eso, se podría decir.
-Bueno, un consejo muchacho- Vicky le empezó a servir más limonada- un hombre amable, eso es todo lo que busca una mujer.

Matt sonrió. Se quedo contemplando como su vaso se llenaba de limonada.

-Gracias por la limonada señora, esta deliciosa- Matt tomo otro trago. En definitiva era la mejor limonada del mundo.
-Gracias querido- Vicky medito por algunos segundos, como si buscara las palabras correctas- disculpa por mi atrevimiento pero ¿Qué llevas en la caja?
-Es un cachorro señora. Pienso regalarlo.
-¿A una chica?- en el rostro de Vicky se dibujo una sonrisa cómplice.

Matt le sonrió.

-Te deseo la mejor de las suertes Matt.
-Gracias.
-Yo tuve un gato y un perro hace tiempo- señalo una vez más los cuadros en la pared- bueno, en realidad el perro era de mi André y el gato mío. Cuando André murió quede a cargo de ambos, pero Lou murió después de que André nos dejara. Me gusta pensar que murió de tristeza por perder a su dueño y no lo culpo, yo también sentí que moriría por el dolor. Dos años después, una mañana en la que salí a caminar encontré al Sr. Cady muerto en la calle. Probablemente fue atropellado por un auto. Fue un buen gato, se deshizo de muchas ratas- hizo una ligera pausa, inmersa en los recuerdos- desde entonces he estado sola.

Matt sintió una enorme lastima. Un doloroso nudo estrujaba su garganta. Trato de buscar algunas palabras para hacerla sentir mejor pero no pudo encontrarlas.

-¿Puedo ver el cachorro Matt?
-Claro- respondió sin dudarlo.

Matt se agacho y saco al pug. Tomo a aquella bola de carne y la puso en las manos de la anciana. Vicky lo puso frente a su rostro. Una gran sonrisa cruzo de lado a lado su cara, multiplicando por diez las arrugas.

-Sin duda has dado en el clavo querido Matt- dijo Vicky. El pug lamia juguetón sus nudosos dedos- ninguna chica se resistiría ante semejante regalo.
-Eso espero- se dijo Matt a sí mismo. Él no encontraba para nada adorable al perro, su rostro parecía una enorme verruga.
-¿Tiene algún nombre?
-No lo he dado uno, espero que su dueña lo nombre.
-Es un buen perro.

Vicky le paso el pug a Matt y él lo volvió a meter a la caja.

-¿Cómo te sientes Matt?- pregunto de pronto Vicky.
-Bastante bien señora.

Vicky lo miraba atenta. Sus ojos de pronto habían tomado una viveza inusual. Matt se sintió incomodo ante esa mirada. Sus ojos no se movían en lo más mínimo. Parecía casi predadora.

-¿Seguro?
-Si… ¿por qué pregunta?

Vicky aparto la mirada y por un fugaz segundo, Matt creyó ver un poco de decepción.

-¿Qué porque?- repitió Vicky parpadeando un poco abrumada- porque luces un poco pálido muchacho.

Para Matt, eso sonó como una excusa inventada. ¿Qué podría ocultar esa adorable anciana?

-Estoy bastante bien señora, no se preo…
-Creo que el sol te ha hecho daño querido- insistió Vicky.
-Estoy bien en serio.

Pero Vicky ya se había marchado a la cocina. Después de unos instantes regreso y consigo llevaba una generosa rebanada de pastel.

-Come un poco querido- dijo Vicky poniendo el plato en la mesa. Enseguida retiro una silla invitando a Matt a sentarse.

La imagen de Vicky junto al pastel desempolvo los recuerdos íntimos de Matt. Viajo en el tiempo y fue un niño de nuevo. Recordó los calurosos sábados en casa de su abuela y a ella casi obligándolo a comer un poco más a pesar de estar a punto de reventar.

-Por favor Matt- dijo Vicky sonriendo y reluciendo su dentadura- es lo menos que puedo ofrecerte por tu ayuda.

Matt no quería ser maleducado. El pastel lucia bien, era de chocolate e incluso parecía brillas. Matt aceptó, se sentó y con una mano sostuvo el tenedor que Vicky le ofrecía.

-¡Eso es!- dijo Vicky alegre.

Vicky se marcho por unos instantes a la cocina, dejando a Matt y a la rebanada de pastel solos. Lucia bastante apetitosa, Matt sintió un poco de hambre.

Vicky volvió y ahora traía consigo unas galletas y un vaso con leche. Coloco su comida del lado opuesto de la mesa. Tomó una galleta y, justo cuando iba a propinarle un buen mordisco, se detuvo.

-Pero come muchacho, vamos.

Matt salió de una especie de transe. Con el tenedor arrancó un trozo de pastel y lo metió a su boca. Estaba delicioso. Vicky sonreía de nuevo.

-Te agradezco Matt, hace mucho tiempo que no tenía compañía al comer.

El nudo en la garganta apretó de nuevo. Vicky comía feliz sus galletas.

-¿Son sus hijos?- pregunto Matt mientras apuntaba a un cuadro cercano.
-Oh, sí- respondió Vicky con ternura- el es mi Stanley, mi hijo mayor. Ese otro de ahí- con un dedo huesudo apunto otro cuadro- es Robbie, se casó hace unos años y creo que ahora vive en Canadá. Ella es mi pequeña Misy, la menor. Se graduó en la escuela de leyes hace unos años, creo que ahora trabaja para el gobierno, no sé exactamente.

Matt miro los cuadros que Vicky le señalaba. Puso atención a cada una de sus palabras. Vicky sonreía al ver los cuadros de sus hijos. Había una mezcla de orgullo y tristeza en su mirada.

-Hace años que no los veo…- agrego Vicky en voz baja.
-¿Viven lejos?
-Eso me gusta creer- dijo Vicky apartando su mirada de los cuadros. Matt notó como la tristeza irradiaba en sus ojos- pero supongo que algún punto de sus vidas, los hijos se olvidan de su madre.

Matt guardó silencio. ¿Qué clase de persona abandonaría así a su madre? Sin conocer a Stanley, Robbie y Misy, Matt sentía desprecio por ellos. Tal vez visitaría a Vicky con frecuencia para que no se sintiera sola. Le conseguiría un gato para que le haga compañía.

Matt siguió comiendo, inmerso en sus pensamientos. Dejó salir un bostezo y la mirada de Vicky se volvió a clavar en el muchacho.

-¿Estas cansado cariño?
-Un poco
-¿Tienes sueño?
-No tanto…

Vicky no perdía detalle en los movimientos de Matt.

-Todo ese trabajo debió haberte dejado exhausto, ¿no es así?
-Ya lo creo- dejo salir Matt.

El chico dejo salir otro bostezo aun más grande que el anterior. De pronto, no le parecía mala idea quedarse dormido en la silla. Su mirada naufrago por toda la habitación y cada rincón lucia como el lugar perfecto para tomar una siesta. Todo se veía suave y acolchonado.

-¿Estás bien querido?
-Si… si- balbuceó Matt, escuchaba la voz de Vicky un tanto distante y con eco- creo que tengo que ir a casa.
-Claro querido- dijo Vicky mientras se paraba de la mesa- solo un último favor. Sé que ya fueron muchos pero eres un muchacho muy amable y apuesto a que ayudaras a una anciana como yo.
-Claro señora- respondió Matt. Su visión empezaba a desenfocarse y todo parecía ir más lento.

A esas instancias, Matt no había reparado en que Vicky sonreía mostrando todos sus perfectos dientes.

-Solo te pido que metas al refrigerador unos paquetes de carne cariño, por favor.
-No hay problema.

Matt se paro y por segundos. Todo pareció dar vueltas. Vicky no dejaba de ver al muchacho con fascinación. Siguió con la mirada el trayecto de Matt hasta la cocina.

-Esos de ahí querido, en la mesa.

Matt no lograba identificar de donde provenía la voz de Vicky pero aun así, siguió sus órdenes. “¡A la orden capitán!” dijo una vocecita en el fondo de su cabeza.

Unos paquetes envueltos en papel blanco estaban en una pequeña mesa. Matt tomo los primeros tres que sus manos podían cargar, y los metió al congelador. Los paquetes eran compactos y se sentían blandos. Tal vez Vicky le dejaría llevar un poco de carne para Sofía. Los cocinaría y tendrían una cena romántica. Tal vez harían el amor al final de la noche. Pero ¿y si era vegana? Todos sus planes se irían al caño. Se convertiría en el hombre más solitario del mundo, siendo aquel pug su único acompañante.

Despejo su mente y siguió con su tarea. Tomó otros tres paquetes de carne y los metió dentro del congelador. Después otros tres. Pronto el congelador se vio casi lleno ¿Cuánta come regularmente una anciana? Era carne suficiente para alimentar a una familia.

-Señora, creo que no hay suficiente espacio…

Matt se detuvo, sosteniendo un paquete de carne en su mano. En la mesa donde estaba la carne, había aparecido un periódico que antes no estaba a la vista. La primera plana mostraba un cadáver y su titular decía “Macabro hallazgo”. La noticia contaba la muerte de un joven, la cual se sumaba a la serie de asesinatos que llevaban casi un año atormentando al país. Matt tomo el periódico y descubrió que debajo había otro. Era más antiguo y hablaba de Taron Smith y como su cadáver fue encontrado totalmente cercenado en las alcantarillas. Matt recordaba muy bien a ese chico ya que iban a la misma escuela cuando eran niños. ¿Por qué Vicky conservaba esos periódicos? “Los ancianos suelen acumular cosas” pensó Matt “Tal vez no quería manchar la mesa con la carne.

A ese momento, la realidad se había vuelto lenta, casi a un punto surrealista. Matt se vio obligado a recargarse en la orilla de la mesa. Una voz en el fondo de su mente le gritaba que todo estaba mal pero su cerebro estaba en decidido en ignorar toda advertencia. Giró sobre sus talones y se dispuso a colocar el paquete de carne que aun tenía en la mano pero de pronto el refrigerador parecía estar a kilómetros de distancia. Aun así, dio cuatro pasos tambaleantes y logro llegar. Se recargo en el refrigerador y noto como su textura se había hecho suave, casi como tocar una almohada. Le llamo la atención un imán brillante que sostenía un pedazo de papel. Matt la tomó. Era otra primera plana. Era la misma que Matt había recogido en el parque. Puso su atención en la joven desaparecida. Se llamaba Megan Morgan. Con un gran esfuerzo logro enfocar los ojos de la chica. Eran azules. No lo había notado la primera vez que la vio.

Las rodillas de Matt amenazaron con doblarse. Su mano se negó a seguir obedeciendo y soltó el pedazo de carne. El paquete impacto al suelto con un repugnante ¡splath!

-Mierda… murmuro Matt.

El paquete se había roto y la carne salió al exterior. Matt se agacho y trato de envolver la carne usando el papel para no tocarla. Trozo a trozo la carne volvía a su lugar. La sangre se había encharcado en las grietas del suelo. Cuando Matt tomó el último pedazo notó algo extraño. Era más compacto, casi cuadrado. Le limpio el exceso de sangre y la carne tomó un color… ¿blanco? “Tal vez es un hueso” pensó. Pero era demasiado blanco. ¿Un trozo de cartílago quizá? Lo examinó un poco más. Era muy redondo. Le dio vueltas entre sus dedos y descubrió algo que le costó creer. Algo que no debía estar ahí. Parecía una broma, una buena. En lo más profundo de su mente Matt rió. Lo que sus dedos sostenían era un ojo. Una pupila azul grisácea lo miraba con descaro. Su estomago se revolvió. Su mano dejo caer el ojo como si se tratase de un animal peligroso y se puso de pie. La cocina estaba totalmente distorsionada. Su corazón estaba a punto de escapar de su pecho y hacerle compañía al ojo, como si tratase de una reunión anual de órganos.

Matt se recargo en el refrigerador y cerro con fuerzas sus ojos. Aun así, sentía como el ojo lo miraba desde el suelo. Un terrible escalofrió desfilo por su espalda. Cuando por fin se armo de valor para volver abrir sus ojos, lo primero que vio fue a Megan Morgan en el periódico. La había encontrado. Había logrado lo que la policía no había podido. Megan lo miraba desde el periódico pero también desde el suelo.

Matt gimió. Avanzo tambaleándose hacia la mesa y puso su peso sobre ella. Alzo su vista y descubrió una figura encorvada en la entrada de la cocina. ¿Era Vicky? ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? La figura parecía colocar sobre el suelo una especie de alfombra.

-Vi… Vic…- balbuceo Matt.

La figura se enderezo y se acerco a Matt. El muchacho trato de enfocarle pero le fue casi imposible pero, aun así, logro notar un detalle en particular. Vicky sonreía más que nunca, mostrando sus dientes perfectos. Matt pudo ver por un segundo a detalle la rectitud de cada uno de sus dientes. De pronto, Vicky hizo un movimiento que Matt no pudo notar. Fue como si le diera una palmada en la barriga. Seguido de esto, Matt experimento una sensación extraña, como si una faja ajustada hubiera sido abierta en su abdomen. Sintió como un líquido empezó a bajar por sus piernas. Matt aun seguía procesando lo ocurrido cuando Vicky se abalanzo sobre él. Acerco su boca a su rostro y por un segundo Matt pensó que lo besaría, pero ella le giro la cabeza y se dirigió a su oreja. Matt sintió el aliento caliente de Vicky. Su respiración invadió su tímpano. Sintió como si Vicky le arrancara algo chicloso del lado de su cabeza, acompañado de un terrible sonido de succión. Matt retrocedió abrumado y derribo una silla. Palpó su cabeza tratando de averiguar qué diablos había pasado. Matt trato de gritar al descubrir que su oreja no estaba, pero el miedo por fin había llegado y lo dejo sin habla. Vicky lo acechaba ahora con su boca pintada de color escarlata.

-El plástico Matt, trata de no pisar fuera del plástico.

Un enorme plástico cubría parte del suelo y un mar de sangre lo estaba inundando. Matt toco su vientre y descubrió una rajada horizontal que atravesaba de costado a costado. Unas extrañas protuberancias colgaban y por un momento creyó que eran trozos de su camisa, pero para su terror (el cual había alcanzado niveles nunca antes vistos) descubrió que eran sus viseras. Las sostuvo con torpeza e intento meterlos en su cuerpo.

-No, no, no…

Obligo a su cuerpo a avanzar. Puso su mano en la asquerosa grieta que profanaba su estomago, cuidando que nada saliera de su lugar. La habitación daba vueltas sin parar. El trayecto de Matt era un zigzag moribundo.

-Vamos querido, no te resistas.

Matt no lograba identificar de donde provenía la voz de Vicky. Sus pies habían comenzado una huelga y se negaban a seguir trabajando. Tropezó con un pliegue del plástico y cayó de frente en el mar de sangre, aplastando con su propio peso sus viseras aun colgantes. Alzo la vista y logro ver la mesa de la sala. Debajo de ella, la jaula con el pug lo esperaba. El cachorro ladraba enfurecido, brincando de un lado a otro. “Aun tengo pendiente mi cita con Sofía” pensó Matt. No permitiría que sus tripas colgantes la dejaran plantada. “Ese horrible perro debe estar en sus manos” Matt se dejo llevar por todo el surrealismo y borró de su mente cualquier instinto de sobrevivir. Su único motivo de seguir vivo era para que el pug llegara con Sofía. Coloco ambos codos en el suelo y empezó a naufragar en su propia sangre. Tomándose todo el tiempo del mundo, logro avanzar unos palmos, incluso su mano logro tocar fuera del plástico. Dejo una jugosa mancha de sangre sobre el suelo descubierto.

-Oh no- mascullo Vicky- no manches mi suelo querido.

Matt logro ponerse a gatas. Trato de no mirar su propia sangre y, justo cuando se disponía a avanzar, unos dedos huesudos lo tomaron por el cabello y alzaron su cabeza hacia atrás. Con un movimiento rápido y fluido, Vicky rebano la tráquea de Matt. Sangre por todos lados. El sabor de sangre invadió la boca de Matt. El chico intento frenar la sangre pero esta escapaba a chorros de entre sus dedos. Su respiración se veía trabada y acompañada de un sonido gutural. Empezó a tener arcadas, su lengua se retorcía en su boca.

-No falta mucho querido.

Pese a todo el caos, Matt no sentía dolor físico. Logro ponerse en sus rodillas. La muerte roja lo rodeaba por completo. Vicky esperaba con paciencia frente a él. Un cuchillo ancho estaba en su mano izquierda y otro más delgado en la derecha. No había escapatoria, era un punto sin retorno.

-No hay nada que hacer Matt.

“Tiene razón” pensó Matt “Maldita sea, tiene razón”

Vicky le sonreía. ¡Era increíble que hubiera sentido lastima por ella! Matt le esbozo la mueca más grotesca que pudo gesticular. “Las ancianas se asustan fácil” pensó. La sonrisa de Vicky titubeo un poco al ver el coraje que Matt aun mostraba. Esa pequeña muestra de debilidad dio cierta determinación en Matt. La anciana avanzo hacia él con sus cuchillos en mano, dispuesta a acabarlo. Se paro frente a Matt, quien aun mantenía su mueca desafiante. Vicky preparó su cuchillo y, justo cuando se preparo para lanzar su golpe final, Matt uso su recién nacida determinación y se abalanzo sobre ella. Rugió tan fuerte como su mutilada garganta se lo permitió. Con su hombro embistió a Vicky por la cintura y por unos segundos logro levantarla del suelo. Ambos cayeron en la sala. Vicky chillo cuando Matt la aplastó con todo su peso. Enfurecida y fuera de sus casillas, acuchillo a Matt en la espalda una y otra vez. El muchacho mantenía su mueca demencial, como un estandarte a toda la locura que estaba viviendo. Chorros de sangre caían sobre las arrugas de Vicky. Pero toda esa fuerza fue momentánea. Matt no pudo mantener su mueca. Se limito a sentir los cuchillos penetrando su piel. Su cuerpo destrozado, cayó a un lado.

-¡Mira todo el desastre que has hecho!- grito Vicky con voz aguda.

Matt sintió como sus parpados se cerraban. Los sonidos llegaban distorsionados y distantes. Busco por todos lados y se sorprendió por su suerte. ¡La caja del pug estaba a unos palmos de su cabeza! El cachorro ladraba sin parar. Matt estiro la mano y trato de abrir la puertecita de la caja, pero sus dedos tenían incontrolables espasmos y su propia sangre los hacía resbaladizos.

-Sera mejor que acabe con todo este drama- se dijo a si misma Vicky.

La anciana se sentó sobre la espalda del moribundo muchacho. Desesperado, Matt forzaba el pequeño gancho que cerraba la puerta, sin embargo seguía resbalando entre sus yemas. Vicky alzo el cuchillo y lo clavo una vez más en la espalda de Matt. Los espasmos aumentaron, Matt agonizaba. Una cuchillada más. Las lágrimas caían sobre las mejillas del muchacho y limpiaban la sangre de paso. Con sus últimas fuerzas, Matt logro levantar el insignificante gancho de metal y la puerta se abrió. El cachorro salió disparado y salió por la puertita que en algún tiempo atrás debió usar el Sr Cady. Eso fue lo último que Matt vio. El muchacho dejo caer la cabeza en el suelo, totalmente derrotado esperando su destino. Vicky dio una última cuchillada antes de apagar la vida de Matt. “Sin piedad” pensó la anciana.

Sofía

Sofía estaba en el parque. Había esperado dos horas en la escuela, sin embargo Matt nunca llegó. No contestaba su celular. ¿Por qué Matt la habría dejado plantada? “Supongo que le surgió una emergencia” pensó.

Era un parque bastante lindo. La chica miro al cielo y vio las nubes desfilar. Tomo otra vez su teléfono y marco el número de Matt. No hubo respuesta. Estaba preocupada. Tal vez pasaría a su casa para asegurarse de que todo esté bien.

De pronto, un perro pequeño se acerco a ella y se refugió debajo de la banca. Sofía se agacho y descubrió que era un cachorro pug.

-Hola pequeño- lo saludo Sofía.

Estiro su mano para acariciarlo pero el perro retrocedió.

-Descuida, no te hare daño.

Con ambas manos tomo al cachorro y lo levanto. Era el perro más hermoso que Sofía había visto.

-¿Estás perdido?

No tenía collar. Tal vez había escapado de una casa cercana. Sofía observo el parque, buscando un potencial dueño. Sin embargo el parque estaba casi vacío. Salvo a una figura encorvada que camina a varios metros de Sofía. Era una anciana. De pronto el cachorro empezó a ladrar desesperado. La anciana volteo a verlos. Sonrió mostrando unos inusuales dientes. Sofía se limito a devolver el saludo. Abrazo al cachorro con fuerza contra su pecho.

-Tranquilo, busquemos juntos a Matt.



A. Rivas

No hay comentarios.:

Publicar un comentario