Por A. Rivas
Su batería estaba llena. Se puso de pie en aquella interminable
oscuridad. Le era imposible sentir el hambre pero aun así estaba obligado a
salir a cazar. Sus pies metálicos resonaron contra el suelo. Encendió la
lámpara que tenía en su pecho y la luz desgarró la oscuridad. Tomó su rifle de
plasma, comprobó todos sus gadgets y sincronizó sus sistemas para luego abrir
la oxidada escotilla.
Una torrencial lluvia ácida castigaba sin piedad. Darling observó
el cielo y se imaginó la sensación de las gotas tocando su cuerpo de metal.
Solo eso podía, imaginar. El deseo de poder sentir algo “real” lo acosaba cada
noche mientras su batería se recargaba, como una comezón imposible de rascar.
Su batería estaba llena. Se puso de pie en aquella interminable
oscuridad. Le era imposible sentir el hambre pero aun así estaba obligado a
salir a cazar. Sus pies metálicos resonaron contra el suelo. Encendió la
lámpara que tenía en su pecho y la luz desgarró la oscuridad. Tomó su rifle de
plasma, comprobó todos sus gadgets y sincronizó sus sistemas para luego abrir
la oxidada escotilla.
Una torrencial lluvia ácida castigaba sin piedad. Darling observó
el cielo y se imaginó la sensación de las gotas tocando su cuerpo de metal.
Solo eso podía, imaginar. El deseo de poder sentir algo “real” lo acosaba cada
noche mientras su batería se recargaba, como una comezón imposible de rascar.