jueves, 11 de octubre de 2018

Manuelito, el niño genio

Por Luis C. Núñez



Manuelito no podía estar más emocionado. El momento al fin había llegado y todo no podía estar más en su lugar. Se quedó un ratito meditando, pensando si algo podría salir mal.
Quería asegurarse mentalmente de no haber cometido error alguno.

-Las conexiones están en perfecto orden- Pensó nervioso

-Cada microprocesador se comunica muy bien el uno con el otro- Apretaba el puño inseguro

-Las placas están bien soldadas, el código de ensamblador está escrito sin fallo detectable; la sintaxis, las variables. MOV, SUM, REGISTER, EAX, ERX... - Y continuó cuestionándose en arduo análisis , cerciorándose que el arranque primario fuera a ocurrir sin problemas. El brillante cerebro de Manuelito estaba compilando línea por línea; armando imaginariamente pieza por pieza, componente por componente, uniendo cables, girando tornillos; todo con solo estar ahí parado, solo usando el poder de su genio, una calculadora de calculadoras. Después de todo ya tenía 11 años, y todo el mundo sabe que si se quiere ser el nuevo joven del mañana uno tiene que lograr el éxito antes de haber cumplido los 12 años, o al menos eso se decía Manuelito.

En la habitación solo estaban el infante Manuel y la pequeña pieza de metal con forma humanoide que, al prodigioso niño genio, no le llegaba ni a las rodillas (literalmente). El cuarto era un complejísimo taller. Por donde se alcanzara a mirar había herramientas y todo tipo de gadgets: Estaban colgados en las paredes, estaban sobre los escritorios, en la cama, y regadas sin cautela, en desorden por todo el piso. Había una cama donde le gustaba pasar el rato cuando necesitaba de seria concentración, claro, ahí dormía, pero a parte de usarla para dormir la usaba para aclarar sus ideas. En la esquina estaba un televisor con el que pasaba horas jugando a la magnavox odyssey, tanto la tele cómo el magnavox eran herencia de su bisiabuelo. Más al fondo, un montón de monitores se hallaban apilados uno encima del otro, todos en completo y limpio funcionamiento, mostrando un sinfín de códigos que nadie, salvo Manuel, hubiera logrado figurar; unos también mostraban fantásticas imágenes animadas llamadas "demoscene". El infante se dio a la tarea de armar un sofisticado sistema de interface de video para que todas esas pantallas estuvieran sincronizadas a una sola computadora, computadora la cual también armó, modificó y mejoró constantemente a lo largo de sus primerizos años de vida. Esta era su guarida. Su mente, su alma y su combustible creativo no conocían limites en este bonito pedacito de cielo que él creó.

-Vamos Manuel, solo tienes que apretar este maldito botón- Pensaba ansioso sin reparo. En seguida levantó su brazo lentamente, apuntando el dedo firme hacia el techo y con la otra mano dirigiendo un control remoto al humanoide de hojalata. No solo sus rodillas sino el brazo, la mano y hasta el dedo le temblaban.

- Es ahora...- Tragó saliva amargamente y suspiró con profundidad

-... O NUNCA!..-

Dejó caer el dedo sin vacilo hasta que la yema estampó bien recio el botón del control...

...Nada ocurrió. Una solitaria gota de sudor salió de la frente de Manuel, resbalándose cómo babosa por su inquietado rostro. Se quedó parado ahí, viendo como su preciosa creación lo miraba sin rastro alguno de que algo en realidad hubiera sucedido, los fríos ojos de tornillo lo miraban con decepción. El rostro de Manuel ya no estaba rígido, ahora se le veía quebrado espiritualmente. Otra gota acarició su piel, pero no la había expulsado su frente, sino la tristeza que se adueño de aquellos adorables ojitos al lamer las suelas del fracaso. El corazón, su alma, su combustible creativo habían alcanzado su límite, y el límite era jamas poder triunfar, para Manuel esa era ahora la verdad. Su error pensó, fue atreverse a soñar.

Víctima de su propio sentimiento, cómo niño emprendedor de corazón que era, no hizo otra cosa más que inocente, llevar su pequeño brazo al rostro y sollozar con blanda ternura. Quería correr a los brazos de su mami, sujetarla y llorar pegado a su vientre como si no hubiera un mañana, por que para él, ya no lo había.

-No es justo!- Gritaba. -No es justo! ¿Es esta la recompensa de tanto esfuerzo? Todo este tiempo no valió nada!, y tú! (apunto al humanoide de hojalata con desgracia) Ya no me mires así! ¿Seguro lo estas disfrutando verdad? - El aparato siguió inmóvil- ¡¿Verdad que lo disfrutas?!.- Los ojos de Manuelito se humedecieron de nuevo, rompiendo en llanto otra vez -¡Maldito seas tú! ¡Eres solo un fracaso! ¡Maldita porquería! - El corazón de Manuel se aceleró más después de decir lo último, pues él no acostumbraba a maldecir. Apretó el control con fuerza, lo llevó hasta atrás de su cabeza, y con furia, lo lanzó al inanimado trozo de metal. El control salió rebotando bruscamente después de impactarle la cabeza, Manuel en cambió se tiró al suelo para seguir chillando, pues las fuerzas para quedar de pie lo dejaron atrás. Tenía la cara roja cómo tomate y los parpados hinchados cómo esponja, los moquitos le chorreaban como cascada de tanto lloriqueo.

Entonces una apaciguada voz rogó perdida en el vacío




-ya ... no.. llores-




Manuelito no paró el berrinche. Ignoró aquellas palabras que quien sabe de donde venían. Otra vez, la voz misteriosa suplicó

-Niño.. ya... no... llores ¿Qué es lo que tienes niño?

Manuel ahora si que prestó atención, guardó un abrupto silencio. ¿Era una voz en su cabeza? Estaba más que seguro de que no. Pronto, una serie de preguntas lo arrinconaron ¿Todos los circuitos estaban bien conectados? ¿Los microchips estaban bien soldados? ¿Las largas líneas de código estaban bien compiladas? ¡Pero claro que sí! Todas estas ideas vinieron violentamente a su cabeza cuando escuchó aquella voz, pero aún así no supo por qué, fue demasiado imprevisto. De nuevo, las dudas vinieron ¿Todos los circuitos? ¿Los microchips? ¿Las líneas...? Se seguía repitiendo en interminables círculos. -¿Los... circuitos? ¿Por qué estoy pensando en esto? ¿Esa voz? ¿Qué fue esa voz? ¿Las líneas de código?...-


Mientras tanto, ahí dónde estaba el pequeño humanoide en medio del cuarto, por donde la luz del foco alumbraba con fuerte viveza, justo en el centro. La chiquilla pieza de hojalata se puso de pie flexionando sus dos patitas. Dio sus primeros pasitos y fue a Manuel. Manuelito en cambio miraba consternado el vacío. El robot se acercaba a él con su corto andar, cómo un polluelo siguiendo a mamá gallina.

-Amo.. ¿Por qué estas llorando? - Manuelito no respondió

-Amo.. te estoy hablando - Rogaba el aparato. Pero no hubo respuesta

-Amo... no seas así - Empezó a dar chiquitas pataditas a su creador. Las pataditas eran torpes y ridículas, y su cuerpo en forma de caja solo acentuaba más su inofensiva imagen.

-Muy bien amo, lo conseguiste... ya no te quiero- Dijo apagado

-¿Tú?- Finalmente respondió Manuel, subiendo su mirada desde el llano suelo hasta dónde estaba el robot.

-¿Tú, hablaste?-

- No seas ridículo amo... claro que hablé-

-¿Estas vivo? (Manuel sabía que lo había preguntado en sentido figurado, no estaba vivo, pero la impresión fue digna para usar tal expresión) No puede ser, estas vivo!-

- No se si estoy vivo, pero estoy feliz porque estoy contigo amo... te quiero -

-...-

- ¿Amo? -

Manuel sobresaltado, se puso de pie de inmediato y en brincos comenzó a festejar - ¡Lo logre! ¡Lo logre! Sabía que iba a lograrlo (rió con exceso de confianza), no lo dude ni momento- Brincaba y celebraba con emoción

-Que bueno que estás feliz amo-

Manuel sujeto al robot. Lo cargó y lo levantó a la altura de su rostro. Los ojos de Manuel brillaban con sinceridad, estaba ansioso por conversar con él

- Dime pequeña computadora ¿Sabes quién eres? - Preguntó Manuel con una inmensa sonrisa

- Amo yo soy...- El infante lo interrumpió - Por favor, no me digas amo (replicó Manuel sonriendo), mi nombre es Manuel, y soy un niñ... digo, un grande inventor (y próximo joven, "y no niño", genio del mañana pensó para si )-

- "Manuel, un niñ...digo, grande inventor", mucho gusto, ¿Quién soy yo? Pues yo soy tu admirador- Contestó humildemente. Manuel respondió en seguida con cálida felicidad

- No, no eres mi admirador, bueno sí (rió contento), pero tú eres algo más -

La pequeña computadora andante le miró extrañada, figurando las palabras de su creador. Hacía curiosos ademanes con los tornillos que tenía en los ojos, se enroscaban y se desenroscaban continuamente dando la impresión de que estaba muy atento.

- ¿Soy algo mas? - Preguntó con intriga

- Si! Eres lo que nosotros en el mundo de la ingeniería mecatrónica conocemos cómo autómata. Se trata de un ser capaz de obrar por si mismo para completar con éxito una tarea, siguiendo ciertos patrones determinados. Pero a ti te programé distinto (Manuel había comenzado a hacer esos persuasivos gestos con sus manos que a simple vista lo diferenciaban claramente de un niño normal. El genio explicando al alumno), tú no estas limitado a lo que tu código fuente te ordene...- Se silenció tajantemente, no sabía cómo llamar a su invención - ... no se como debería nombrarte...- Moviendo los labios con graciosas muecas, haciendo un esfuerzo por descubrir que nombre ponerle, el genio inspeccionó su habitación con filosas miradas para ver si así llegaría el nombre - ¿CPU-ultimatum? muy intimidante, otro nombre... ¿Assembly? Bah, no! ¿Qué tal? ¿R-Sapiens? Dios, es malísimo - No podía pensar en algo significativo, hasta que prestó su atención en aquellos ojos de tornillo, curiosos, misteriosos, aprendiendo de cada uno de sus ademanes; eran impresionantes. -Lo tengo!- Dijo Manuel sobresaltado.- Tu nombre será Jorge, igual que el de la caricatura de décadas atrás, mi abuelo me contaba pintorescas historias sobre aquel personaje. Me decía que no era la gran cosa en su época. Yo creo que tal vez a ti te quedaría mejor.-

-Entonces soy Jorge, amo... (se interrumpió) es decir... Manuel?

- Si Jorge, ese es tu nombre- Manuel bajó a Jorge para sentarlo sobre uno de los escritorios del taller. Tuvo que mover un teclado, un desarmador y un montón de cables para hacerle lugar a su invento, muy apenas lo logró, pues todo estaba tapizado de artilugios mecánicos.

- ¿En dónde estaba?... Ah si, tú eres un programa avanzadísimo (decía orgulloso), tienes la peculiar característica de poder reescribir, eliminar y añadir nuevos procesos a tú unidad de código madre. Es aquí dónde tú, dulce creación, escapas de mis manos- Jorge intentaba calibrar sus micrófonos para entender mejor lo que Manuel decía. Agregó un nuevo proceso a su código madre para ajustar automáticamente el espectro audible de los micrófonos y escuchar con la mejor definición posible sin importar en que ambiente se hallara.- Y tú Jorge, al igual que los humanos, tienes la libertad de moldear tu mente a lo que el caos mejor le plazca. Puedes aprender buenas cosas, llenarte de virtudes, también olvidar, perder recuerdos, o adquirir malos aprendizajes. Pero te repito, estas tres simples operaciones es todo lo que necesitaras para ser pensante (levantó su mano haciendo un pasible gesto, y cada palabra que enunció a continuación enumeró con cada uno de sus dedos). Agregar (levantó su dedo). Modificar (levantó otro). Y Eliminar(levantó el tercero).

-No te estoy entendiendo Manuel- preguntó Jorge confundido

-Te lo explicare. "Agregar" lo hacemos todo el tiempo, cada segundo que corre nuestras mentes tienen que añadir información, no toda se queda, y es ahí donde se olvida, es decir, se elimina. La información que permanece por corto tiempo se llama memoria de corto plazo y la que se queda se queda a echar raíces en nuestra cabeza se llama de largo plazo. No obstante, no somos grabadoras, no estamos hechos para memorizar tal cual lo que nos sucede, nada se guarda exactamente como pasó, más bien, lo interpolamos con nuestra imaginación, lo mutamos. Eso Jorge, es la operación de "Modificar". ¿Ahora lo entiendes?

-...-

-¿Lo entiendes Jorge?-

-...-

-¿Jorge?...(Asustado, gritó con fuerza para hacer reaccionar al robot) ¡Jorge!-

El robot salto conmocionado. - Perdón Manuel. Si te estaba escuchando, pero es que también estaba platicando - Manuel preguntó confundido - ¿Con quien estabas platicando?- Jorge inocente, respondió.

- ¡Con los otros claro!-


El interior de Jorge


-Estaba platicando con los demás Manuel- Su creador perdido, frunció el ceño - Pero si aquí solo estamos solo tú y yo Jorge- Le decía Manuel. El robot miró hacia su pecho y colocó sus manos de hojalata en dónde estaría normalmente el corazón de una persona. -Aprendo rápido Manuel, las tres operaciones se mezclan una tras otra a una velocidad que yo muy apenas puedo interpretar. Así creo que nacieron, primero fue uno, luego fue otro, comenzaron a brotar de mi interior - El infante observaba con apasionado interés y aterrada confusión - ¿Quiénes llegaron pequeño Jorge? (acercó él su mano al pecho de Jorge, hasta ponerlas sobre las menos del autómata) Dime quienes son.- El autómata guardó silencio, solo se podía escuchar sus pequeños microchips haciendo un tremendo esfuerzo para condensar la complejidad de la respuesta.

El taller de Manuel ahora parecía una puerta a otro mundo, los monitores, las computadoras, las herramientas, las lámparas y las toneladas de líneas de código que los monitores mostraban en pantalla eran ahora parte de un solo público, público que junto a Manuel esperaba impaciente la respuesta de Jorge. Una tenue brisa entró por una de las ventanas de la habitación y acarició con tranquilidad a Manuel. Era como si aquella caricia de viento le pidiese que se calmara, que le tuviera paciencia al robot, pues él y los artilugios de su habitación y todo el mundo estaban atestiguando algo fuera de estos tiempos.

-Manuel- Contestó al fin Jorge.
-Manuel, no creaste una sola conciencia. Sino millones-

Los ojos de Manuel estallaron, no logró disimular la rampante emoción.

-Es difícil comunicarme con todos ellos, la gran mayoría apenas son unos retoños (movió los hombros curiosamente de arriba a abajo e hizo unos chasquidos bastantes graciosos, era su manera de reírse) Algunos son simples secuencias de ceros y unos, pero van creciendo. Otros ya son capaces de intercambiarse entre ellos valiosas piezas de memoria, hasta donde estoy comprendiendo, la usan como una especie transacción, algo así como una moneda (El corazón de Manuel latía ferozmente, estaba a punto de caer en llanto otra vez, pero ahora por las razones contrarías a las de un principio) Los más maduros ya tienen la capacidad de comunicarse conmigo sin problema, unos hasta hacen muy buenos chistes - Rió Jorge - Están ansiosos por conocerte Manuel ¿Quieres hablar con ellos?.-

Una lagrima de alegría salió del parpado de Manuel

-Claro que me gustaría, claro que me gustaría- Respondió entre sollozos. Tomó una silla, se sentó en ella y, a lo largo de toda la noche y los días y las semanas y las décadas por venir, Manuel se consumió atestiguando lo que las conciencias de Jorge venían a contarle, platicándole sobre las más fantásticas historias sobre matemáticas, circuitos digitales, robótica, cosmología, el futuro y el universo.

Luis C. Núñez






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